Marie-Claire Uberquoi opina que Es Baluard es «una magnífica iniciativa».Foto: J.TORRES

TW
0

CRISTINA ROS

Pone el dedo en las llagas del arte actual. Marie-Claire Uberquoi, periodista y crítica de arte afincada en Barcelona, desde «¿El arte a la deriva?» (Edi. deBolsillo), plantea el debate entre lo que es válido en el arte contemporáneo y lo que no. Con una actitud crítica a contracorriente, un discurso histórico documentado y un lenguaje claro, Uberquoi ha conseguido que un ensayo que podía preveerse minoritario, exija reposición en las librerías.

-¿Ir a la deriva es andar sin rumbo?
-«¿El arte a la deriva?» se presenta como un interrogante. Con él no estoy barriendo contra todo lo que se hace en el arte actual, sino contra varias de sus derivas o desviaciones. Son derivas la ausencia de pensamiento riguroso, de crítica y de análisis. Es una deriva la desmaterialización de la obra hasta quedar sólo la idea. Es una deriva la consagración del objeto más banal que se vende como lo más esnob. También lo es convertir en estilo lo que es una herramienta -hacer vídeo es hoy una moda, cuando es una técnica. Son derivas todas esas obras crípticas, complejas y muchas veces muy costosas -claro que pagadas por instituciones públicas-, realizadas por artistas con pretensiones muy intelectuales, pero que nada transmiten y tienen que escribir veinte folios para justificarlas. Y son derivas la banalidad, la vulgaridad y la vacuidad, tan presentes en el arte actual.

-Y tan ensalzadas.
-Claro, porque todas estas derivas son encumbradas y sostenidas por los medios de comunicación, por un mercado muy potente, por los responsables de museos y por una cierta deserción de la crítica combativa. Pero el arte no es un fenómeno aislado, es una de las derivas de nuestra sociedad, cada vez más materialista, conformista y con una educación que debe fallar por alguna parte porque la gente no tiene capacidad de reacción.

-¿Anuncia la muerte del arte?
-En absoluto. No creo en la muerte del arte. Es más, reivindico que el arte es un espacio de libertad, al que no hay que poner reglas, ni trabas, ni censuras. Y no rechazo lenguaje alguno, todos son válidos, siempre que se tenga algo que decir. En este sentido, creo que el artista tiene una gran responsabilidad, ética y estética, y para ello ha de desvincularse de una sociedad que premia el oportunismo. Con todo, lo que más me entristece es el empobrecimiento del espíritu, no sólo en el arte, sino en la sociedad. Es muy necesario y urgente enriquecer el espíritu y recuperar el sentido común.

-Los museos también han derivado.
-Hay demasiados museos que van por la vía de la radicalidad y omiten todos sus demás deberes. La primera responsabilidad de un museo es pedagógica, tiene que conservar y dar difusión al patrimonio, la memoria y la historia. También tiene que abrirse a las experiencias actuales. Pero ocurre a menudo que los museos tienen gran ansia por captar al artista, incluso antes de que haya finalizado la obra. Hay un gusto exagerado por mostrar obra en proceso, dando en ocasiones más importancia al proceso que no al resultado, y a veces ni siquiera se materializa la obra. En España, la mayoría de museos están comprando obra actual a mansalva para no dar la sensación de que pierden el tren de la modernidad.

-Y así suelen ser los unos iguales a los otros.
-Porque en esta celeridad y mimesis, no se paran a pensar qué tipo de museo se requiere, qué personalidad ha de tener... Los museos han de tener una identidad particular, según la ciudad y el contexto artístico en el que se ubiquen. Ya que estamos en Es Baluard, diré que un museo de arte contemporáneo como éste ha de vertebrar la memoria artística de esta isla y constituir un referente para entender y conocer a los artistas que han trabajado y trabajan aquí, y enriquecerlo o completarlo con artistas de fuera.

-¿Qué opinión le ha merecido el Museu Es Baluard?
-Me parece una magnífica iniciativa, algo que hacía falta en Palma. Baleares tiene una riqueza artística y unas posibilidades que justifican plenamente el museo y que pueden darle una personalidad singular. Además, tiene la suerte de contar con una colección, pues muchos museos se crean sin ella. Y lo bueno de una colección particular es que tiene obras que son sorprendentes y que reflejan una mirada particular. Esto no quiere decir que sea la única posible, ni una mirada total, pero ya nadie quiere contar la historia del arte en un solo museo, ni en un solo sentido, porque pueden haber muchas historias del arte.