El diseño del edificio de Can Salas, que costó seis millones de euros, es de Martín Clabo. Foto: TERESA AYUGA

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J.NICOLAU./M.DÍAZ

La Conselleria d'Educació i Cultura abrirá la Biblioteca Pública del Estado de Can Salas el próximo septiembre. El traslado de los volúmenes desde su actual ubicación, la Casa de Cultura, se hará en agosto. Así lo aseguró ayer la directora general de Cultura del Govern, Catalina Sureda.

Si estos plazos se cumplen, el centro, de gestión autonómica, verá la luz casi dos años después de que finalizaran las obras, en diciembre de 2002, y tras haber pasado cuatro legislaturas desde que, en 1987, empezara a gestarse el proyecto.

En lo que concierne al fondo histórico que integra la Biblioteca Montision, uno de los múltiples problemas de esta infraestructura, el Ministerio de Cultura y la Conselleria aún no han decidir su ubicación. La propuesta del Govern es que todo el conjunto histórico, libros y estanterías artísticas, quede en el actual emplazamiento de la Casa de Cultura. Se prevé, o bien que quede como una extensión de Can Salas, o cómo un fondo específico diferente. No se plantea separar el conjunto, dijo Sureda.

Cultura había mantenido conversaciones en este sentido con el anterior equipo del Ministerio, pero, por ahora, no ha tenido ningún contacto con el actual.

Informatizar
En estos momentos se está trabajando en la parte técnica y de informatización de las instalaciones de Can Salas, dijo la directora general. También se está preparando el traslado de los fondos con la idea de «aprovechar los días de final de agosto, en que la demanda es más baja, para interrumpir el mínimo tiempo posible el servicio».

La dotación de personal se está estudiando con Funció Pública. A la espera de la resolución del concurso de plazas, la directora general informó que «la solución más rápida es poner en marcha el centro con las diez personas que ya trabajan en la biblioteca de la Casa de Cultura y con personal interino». En relación a las 27 plazas de nueva creación, están aprobadas por el Consell de Govern y una tercera parte de ellas será para bibliotecarios. El concurso no ha sido convocado.

Otro trámite pendiente es el de la licencia de apertura. El Ministerio ya la ha tramitado con Cort y está pendiente de aprobación. Se presupone que antes del mes de septiembre estará concedida.

Haciendo historia, en 1987 las autoridades empezaron a hablar de una gran biblioteca central. Pasaron cinco años y el entonces conseller de Cultura, Manel Ferrer, escogió como mejor ubicación Can Salas. Anunció el proyecto como «la más grande infraestructura cultural balear». Pero las obras no empezaron hasta finales de 2000, con Damià Pons como conseller. Dos años después acabaron, también con Pons, y ahora, dos años después, con Francesc Fiol, se inaugurarà. La infraestructura tuvo un coste de seis millones de euros y se realizó según el proyecto del arquitecto José Luis Martín Clabo.

Fondo de Montision
En cuanto al fondo bibliográfico de Montision, Sureda apostó por conservarlo unido al considerar que «tanto continente como contenido tienen suficiente entidad». Los volúmenes, manuscritos e incunables que integraban la antigua biblioteca de los jesuitas están catalogados como patrimonio histórico-documental.

Con la desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX, este fondo bibliográfico y las estanterías pasaron a ser propiedad del Estado y a mediados del siglo XX se habilitó una sala especial para ellos en la Casa de Cultura.

El librero y anticuario Manuel Ripoll, gran conocedor de este legado, explicó que en él hay más de seiscientos incunables, aquellos libros editados entre los años 1440 y 1500. «Un catálogo de 1951, de García Pastor, ya establecía en 644 los incunables de este fondo».

El fondo también contiene un conjunto de los conocidos como libros góticos, los editados entre los años 1500 y 1550, y muchos manuscritos, algunos de ellos lulianos.

Ripoll se manifestó totalmente en contra de que se separe el conjunto y de que los volúmenes se ubiquen en el sótano de Can Salas en compartimentos compactos que impiden «la aireación» de los libros. Esta opción es una de las que se estudió y para Ripoll «no la hay peor» porque «los sótanos siempre corren el peligro de convertirse en piscinas en época de lluvias».