El maestro del arte electrónico Fabrizio Plessi. Fotos: M.A.CAÑELLAS

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Considerado uno de los padres del arte electrónico, el artista italiano Fabrizio Plessi propone en su obra una visión esencial de la vida, la recreación simbólica y poética de espacios culturales del hombre. Este signo de identidad queda patente en «I lavatoi dell'anima», una adaptación realizada expresamente para la sala Aljub de Es Baluard de «Bombay-Bombay», una de sus video-esculturas más emblemáticas. Esta instalación se inaugurará el próximo 5 de agosto y permanecerá hasta el 7 de noviembre.

-¿Es la adaptación una de las claves esenciales en su trabajo?

-En el mundo del arte, el espacio en el que una obra se exhibe es muy importante. Por eso, todas mis instalaciones son modulares y adaptables. Así, cualquiera de mis esculturas no es nunca la misma, cambia siempre de dimensiones, especialidad y emoción en favor de la fuerza evocativa que yo quiero darle en cada momento. En este contexto, era básico adaptar esta instalación a a la forma estructural del Aljub de Es Baluard, hacer coincidir esta pieza contemporánea con la arquitectura histórica que envuelve. El resultado ha sido una obra menos minimalista en su presentación formal, pero más evocativa.

-¿Podría describirnos brevemente «I lavatoi dell'anima»?

-Se trata de una estructura de hierro que atraviesa todo el espacio. Por su interior fluye un curso de agua y a los lados hay trapos húmedos, de diferentes tonalidades del blanco, que esperan ser secados por el sol, pero eso no sucederá nunca. Estarán humedos por siempre.

-¿Cuál es su mensaje?
-Tiene un sentido ético basado en la consideración de la severa situación política internacional, de la pobreza y de la marginación del pueblo. Es una llamada de atención, una metáfora de la condición humana.

-Y es también un homenaje a Pier Paolo Pasolini y a su relato «L'odore dell'India», ¿no?

-Sí, una obra que recomiendo. Pasolini es un escritor italiano que no sólo ha influenciado a muchas generaciones, sino que ha sido un verdadero faro de luz sobre las problemáticas culturales y étnicas de nuestro tiempo.

-El mismo espíritu que usted otorga a su obra.
-Vivimos un momento histórico en el que muy pocas personas generan una ética artística evidente. Aunque esta pieza no sea tan espectacular como otras de mi factura, es una pieza de muchísima carga ética e intensa humanidad. No se trata tanto de impresionar al espectador, como de hacerle reflexionar. El espectador entra dentro del Aljub y se siente como Pinocho dentro de la ballena, experimenta la emoción evocativa en frente de una escultura que vive de estructuras de vídeo, de agua digitalizada, de la música fantástica de Michael Nyman, y se siente preso de toda su sensorialidad, porque es una obra total, casi wagneriana.

-¿Por qué ha renunciado al uso de la figura humana?

-Para hablar del hombre no es necesaria su ilustración, es necesario tocar su alma, que no es ilustrativa. Creo que la labor del artista es crear la emoción, no ilustrarla. Un artista no debe intentar ser descriptivo. No utilizar la figura humana es un gran sacrificio, pero prefiero ahondar en el alma.

-¿Ha sido siempre leal a sus principios estéticos?

-Yo no he cambiado mi poética, me he mantenido fiel a mi lenguaje. Trabajo siempre con elementos naturales en clara simbiosis con la tecnología. Por eso, muchos críticos me llaman «el aborigen digital», supongo que porque trato de recuperar todo aquello concerniente a nuestra historia y nuestra espiritualidad.