Sofoca el calor. Cae de plano sobre la humanidad de las más de
doscientas tempraneras que se encuentran convocadas por el canto de
sirenas de Alejandro Sanz. Situadas a las puertas del viejo estadio
Lluís Sitjar, se cobijan bajo paraguas, gorros, sombreros. Se
combate el bochorno como se puede, desde los helados hasta los
refrescos.
Esto sucedía pocas horas antes de que llegara la hora del
concierto. Pero, con el público ya en el estadio, la Cruz Roja tuvo
que atender, al menos antes de cerrar esta crónica, nueve desmayos
por bajadas de tensión, entre los que una persona fue evacuada al
hospital porque su estado era grave, y una cura. El retraso con que
comenzó el concierto pudo contribuir a los problemas médicos.
Volviendo a la tarde, una docena de orgullosas y forofas chicas
de variada edad están instaladas desde las diez de la mañana, según
cuentan. Atienden rigurosas los consejos de Cruz Roja: llevar
calzado cubierto, ropa cómoda, beber mucha agua e ingerir fruta. No
hay histerismo, sino una sana resignación. Ante la taquilla, la
cola es de unos veinte metros, ordenada, aunque se espera que más
tarde aumente a la búsqueda de una entrada de última hora. El
dispositivo de Cruz Roja incluirá 35 miembros entre médicos,
enfermeras, socorristas y técnicos sanitarios, así como
ambulancias, dos zonas de asistencia, equipos de oxigenación y
elementos de comunicación. En cuanto a la seguridad, la Policía
Nacional custodió dentro y la Local, fuera.
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