Teresa Berganza pertenece a ese grupo de cantantes que vivió en
primera persona la época dorada de la ópera, que abarcó desde los
años 50 hasta los 70. Fue una época con grandes nombres, grandes
montajes y grandes escenarios. Una época que ha cambiado por un
presente en el que los directores de escena son como pequeños
tiranos que «hacen y deshacen a su antojo», que «cambian
partituras» e «historias» y cuyo «desconocimiento de la música y de
la historia» es total. La mezzosoprano participa hoy en la
inauguración de la exposición fotográfica «María Callas: la divina»
que se incluye dentro del ciclo MúsicaMallorca y que podrá verse en
el Palau March.
-Usted actuó junto a María Callas en una de sus primeras
funciones, compartiendo un aria de «Medea» en 1958. Justo después,
Callas afirmó de usted: «Me ha emocionado profundamente y me ha
hecho sentir algo que casi tenía olvidado». ¿Qué
sintió?
-Viví aquella época en una emoción continua y en un agradecimiento
a la vida increíbles. Era muy joven, sólo tenía 22 años. Ahora, las
jóvenes de esa edad no han hecho casi nada, están empezando una
carrera mientras yo ya actuaba con aquella diosa. Sentí todas las
emociones que se podían sentir. Aprendí que tenía que ser muy
humilde y que tenía que trabajar mucho, ése fue su ejemplo. Lo que
ella ofreció nunca nadie podrá volver a ofrecerlo. Cuando murió, se
fue una persona que me enseñó cómo era el mundo de la música y de
la vida.
-¿Cree que su carrera ha sido meteórica?
-Ha sido meteórica sin cortarse. Hoy se empiezan muchas carreras
artísticas y a los diez años se terminan. He cuidado mi repertorio,
me he cuidado mucho y he escogido qué, cuándo y dónde quería
cantar. Por eso estoy aquí.
-Uno de sus papeles más destacados es el de «Carmen».
¿Qué le da Teresa Berganza a ese rol?
-No le doy nada, sólo he leído muy bien la partitura y la he
estudiado. También me interesé por conocer cómo era aquella época,
algo que me permitió entrar en el personaje. Si se llega bien, el
papel se hace correctamente.
-¿Se siente cómoda en el papel de diva de la
ópera?
-Me da lo mismo. No sé si me lo llaman en sentido peyorativo o
porque soy divina, aunque divino no es nadie, sólo los dioses o
diosas. Los cantantes de ópera hacemos algo que no hacen los demás:
usamos la voz humana, un instrumento que llega directamente a la
persona, a las emociones, llega a las entrañas de la gente. En
muchas ocasiones me ha encantado jugar a la diva, pero es un juego,
una provocación.
-Su voz es su instrumento de trabajo. ¿Ha llegado a
convertirse en una obsesión?
-A veces. Cuando uno no está bien, o se lleva un disgusto, entonces
sí se convierte en una obsesión al igual que para un pianista si se
hace un esguince en una mano.
-¿Podría volver a verse otra María
Callas?
-Hoy no. Tal vez más adelante. Ha sido única. ¿Ha habido otro Goya
u otros Rubinstein? No.
-¿Y otra Teresa Berganza?
-De momento tampoco existe. Somos piezas únicas, con nuestra voz,
que va con el carácter. Se canta como se es. Según mi voz, soy
tierna. Mi voz es más suave que mi personalidad, muy fuerte. Tal
vez este hecho se deba a que lo que he cantado, aparte de «Carmen»,
han sido papeles dulces.
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