La Biblioteca Ramon Llull se sumará en breve a los veinte centros que aúna la red municipal.
La Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, La Ciencia y la Cultura (UNESCO) desarrollaron en el año 2001 un estudio en el que se marcaron unos estándares mínimos para el desarrollo de las bibliotecas públicas que se correspondieran con el nuevo mundo de la información en el que se desenvuelven hoy en día. La comparación de estas directrices fundamentales con la realidad de los espacios bibliotecarios municipales de Palma deja patente el lamentable estado de estos espacios, que no cumplen los requisitos mínimos. Según la IFLA/UNESCO, «los principales objetivos de la biblioteca pública son facilitar recursos informativos y prestar servicios mediante diversos medios con el fin de cubrir las necesidades de personas y grupos en materia de instrucción, información y perfeccionamiento personal, comprendidas actividades intelectuales de entretenimiento y ocio. Desempeñan un importante papel en el progreso y el mantenimiento de una sociedad democrática al ofrecer a cada persona acceso a toda una serie de conocimientos, ideas y opiniones». Para ejercer este propósito en óptimas condiciones, esta memoria señala la necesidad de la existencia de 3 lugares de lectura por cada 1.000 habitantes -Palma tiene 0'5-; una superficie estándar en metros cuadrados de las bibliotecas de 500 metros -los espacios municipales de Ciutat poseen una media de 95-; fondos iniciales de 5.000 libros -en nuestros centros la media es de 3.000-; un índice de adquisiciones anuales de 20.000 ejemplares -aquí se reduce a 8.100-; crecimiento anual del fondo bibliográfico de un 8 por ciento anual -en Palma se da un 0,5 por ciento anual-; horario de 35 horas semanales -32'2 horas en las bibliotecas locales-; un plantilla en la biblioteca central (Cort) compuesto por 18 personas, -actualmente hay 6- y de 4 en las bibliotecas de barrio -donde lo normal es que haya un solo bibliotecario-; ocho ordenadores por centro -la media en Palma es de 0'5- y, al menos, dos impresoras, instrumento del que carecen la mayoría de las bibliotecas municipales.
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