Josep Maria Espinàs, en la sede de la editorial La Campana en el Eixample barcelonés. Foto: C.DOMÈNEC

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CARLES DOMÈNEC|BARCELONA

Josep Maria Espinàs, Premi d'honor de les Lletres Catalanes, lleva publicadas 17 experiencias de viajes literarios a pie y en las que la conversación con los lugareños es siempre un eje básico. El último libro de la serie es «A peu por Mallorca. Sense veure el mar» de La Campana, sobre su camino entre Binissalem y Algaida el pasado junio. El escritor anduvo durante diez días buscando la complicidad de algún vecino a través de la palabra, la observación y la paciencia. De sus notas de viajero surge el libro.

-¿Por qué ha escrito un libro sobre Mallorca, recorriendo el Pla y es Raiguer, sin ver el mar?
-Las imágenes que llegan de la Isla son lo contrario de lo que busco cuando viajo a pie, que es una comarca no modificada por el turismo o la industria, con gente que conserve un tipo de forma de vida. Alguien me dijo que si viajaba por el interior vería otra Mallorca. Escogí el interior para huir de las playas y el turismo, encontrarme con formas de vida que han cambiado poco.

-¿Cómo preparó el viaje?
-Improvisé un itinerario por el interior, pensé que serían los pueblos que conservarían su identidad mas fácilmente. Damià Pons me buscó lugares en los que dormir. Yo no soy un excursionista, lo que me interesa es la gente. Ando por la mañana y durante la tarde me convierto en un vecino. La siguiente mañana vuelvo a andar para alejarme de la experiencia del día anterior y llegar lentamente a otro lugar, cambiar de personajes.

-¿La Mallorca más rural se sublima?
-No, he descubierto que se trata de una Isla con mucha tenacidad y muy fiel. Me ha maravillado el refinamiento del gusto popular y me ha parecido modernísimo. En el interior he encontrado una Mallorca conservada. Pese a la proximidad de las masas de gente de la costa, han sabido mantener eso en el interior.

-¿No lo ve como algo decadente?
-Para nada, en Catalunya o en Galicia, la gente que ha ganado dinero fuera, vuelve y construye una casa horrible al lado de las casas bonitas. Eso sí es un desastre. En Mallorca hay una fidelidad a un gusto y a unos estilos determinados.

-¿Qué concepto se lleva de la gente que ha encontrado y que describe en el libro?
-Muy preparada, con un sentido de la cultura popular muy marcado, con una visión que no es ni folklórica ni turística de la propia realidad. He encontrado una civilización muy propia y un acento y una fonética que te ayudan a crear un clima, como los árboles o la fruta, que es una especie de miel que hay en el aire.

-La lentitud es importante en sus libros.
-Si uno va muy rápido, el paisaje está parado. Si te paras, todo empieza a moverse a tu alrededor. Ir lento es lo más parecido a estar parado, el movimiento lo tienen los otros.

-¿Qué le hace a usted libre?
-La libertad se la hace uno mismo. Soy un privilegiado porque me dedico a unos trabajos que me gustan. He renunciado a trabajos bien pagados y a cargos políticos para mantener mi independencia. He confiado que siempre saldría adelante. He tenido una visión positiva de la vida. Una persona no es nada en la historia de la humanidad. Por eso, mejor no complicarse la vida.