Sholeh Hejazi nació en Teherán y a principios de 1970 se trasladó con su familia a España.

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El testimonio humanista dejado por el poeta Manuchehr Hejazi Tafrishi, una de les grandes voces vivas de la poesía persa contemporánea, ha sido recogido por su hija, la cineasta Sholeh Hejazi, en formato cinematográfico. Su primer largometraje, «Camino al andar», una reflexión poética sobre la «imparable» globalización, se entrena hoy en los cines Ocimax de Palma, además de en Barcelona y Madrid. «Camino al andar» aborda, a través de las palabras de personalidades como el filósofo Rafael Argullol, el médico John Woodhall, el escritor Amin Maalouf, el músico Trilok Gurtu, el catedrático Ramón Tamames, el profesor Federico Mayor Oreja o el promotor de la idea de los micro créditos Muhammad Yunus, entre otros, «planteamientos que se mueven progresivamente desde el terreno de lo más íntimo -qué hacemos en este mundo, qué importancia tiene el deseo y la utopía como motores de nuestras vidas-, hasta alcanzar los repliegues mismos de la globalización, el papel de la mujer, el equilibrio entre ciencia y conciencia, la subsistencia del planeta, y el reparto de sus bienes», explica la realizadora sobre lo que ella denomina su primer «ensayo fílmico».

El hilo conductor de esta serie de entrevistas es «un paralelismo entre la historia de una niña con la de la humanidad, metáfora del devenir del futuro». A este respecto, Hejazi recuerda las palabras de Mayor Zaragoza en el documental, cuando de manera fehaciente afirma que «no sólo hay otros caminos, sino que podemos inventar otros nuevos». Éstas nuevas vías de progreso deben, según la autora, «erradicar la pobreza en el mundo». En este contexto, el relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, que también aparece en la cinta, sentencia tajantemente: «Actualmente hay recursos suficientes como para alimentar a 12.000 millones de personas. Si sólo somos 6.200 millones en el planeta, detrás de cada niño que muere hay un asesino, un responsable».

Para Hejazi, «la paz en el mundo no es sólo posible, sino que es inevitable». Ella lo observa como una «cuestión evolutiva de la humanidad, que está pasando de una etapa adolescente a la madurez». Para que se produzca el cambio, «que acabará con las tormentas», la cineasta afirma que «el movimiento no tiene que ser de masas, sino una toma de conciencia individual».