La imponente estética de las fotografías de Pep Bonet (Colònia
de Sant Jordi, 1974) no frivoliza con las temáticas tratadas. Es la
manera de transmitir más emoción, hacer que el sufrimiento se
comprenda como algo propio y conseguir una buena imagen. El
fotógrafo expondrá su trabajo sobre el sida en diciembre, en la
Pedrera de Barcelona, y ultima dos libros de autor con la editorial
holandesa Rozenberg, «Faith in Caos» y «Posithiv+». Después
abandonará Amsterdam, su base de operaciones desde 1997, e
instalará su estudio en Santanyí para retratar a los personajes
decadentes y genuinos, a punto de desaparecer. Será la forma de
convertir en universal su mundo local. De Àfrica ha transmitido
historias rotundas con un estilo rabioso, como la liga de fútbol
para amputados, los niños ciegos torturados en Sierra Leona, el
efecto del sida antes y después de la llegada de los retrovirales o
un reciente reportaje sobre los heridos de bala.
-Usted ha explicado grandes temas, como los primeros años de paz
en Sierra Leona, a partir de pequeñas historias cotidianas.
-Lo que lo une todo son las consecuencias físicas y psíquicas de
la guerra sobre la población civil. Personalizo porque quiero ser
subjetivo, contar una historia de cerca sin caer en la narrativa
fotoperiodística, explicar historias menos obvias que al final son
más interesantes.
-Es un proyecto a largo plazo.
-Fui a buscar la fe a través de las víctimas de la guerra.
Fotografié a los amputados jugando a fútbol, a los niños ciegos
mutilados por los rebeldes, de una manera poética y con un enfoque
diferente. Pensé que esos niños no veían la luz, uno de los motores
de la fotografía, y jugué con la luz y las sombras.
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