Las autoridades posan en la Sala Picasso ante algunas de las piezas. Foto: JOAN TORRES

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La estación del tren de Sóller, en Sóller, fue ayer por la noche el escenario de la presentación en sociedad de la Sala Picasso Ceràmiques, un espacio que acompaña a la Sala Miró, inaugurada el pasado mes de mayo. El acto contó con más de 300 personas que acudieron a la localidad de la val de la Tramuntana para ver en directo el reencuentro años después de quienes fueron grandes amigos: Pablo Picasso y Joan Miró.

Entre los más de 300 asistentes pudo verse a representantes del mundo cultural como los artistas Ramon Canet, Joan Soler Rabassa, Jaume Mir, Amelia García, Juan García-Orell, Antonio Hidalgo o Patrick Guino; el galerista Joan Oliver «Maneu»; Dolça Mulet, consellera de Cultura del Consell; Rogelio Araújo, concejal de Cultura del Ajuntament de Palma; Joseph Egger, presidente de la Asociación Austríaca de Amigos de Mallorca o el actor Simó Andreu, entre otros.

Una amplísima representación de la política, la cultura y la sociedad baleares se trasladó hasta Sóller para ver de cerca las 50 piezas del artista malagueño que componen la Sala Ceràmiques Picasso y que el autor realizó entre 1947 y 1971. Las obras han sido cedidas a Ferrocarril de Sóller por Pere A. Serra, presidente del Grup Serra, por un periodo de diez años. La muestra, permanente y gratuita, podrá ser visitada por todo el mundo, tanto por los pasajeros del tren como por los ciudadanos de Sóller, los del resto de la Isla o los turistas que visiten la localidad.

La comitiva, encabezada por Jaume Matas, presidente del Govern; Mabel Cabrer, consellera d'Obres Públiques del Govern; Carles Simarro, alcalde de Sóller; Xavier Mayol, presidente del tren de Sóller y Joan Punyet, nieto de Joan Miró, partió desde la estación del tren de Sóller en Palma. A su llegada, la comitiva fue recibida por Pere A. Serra. Acto seguido, se le sumó Maria Antònia Munar, presidenta del Consell; Ramon Socías, delegado del Gobierno; el alcalde de Escorca, Antoni Gómez y Bartomeu Barceló, fiscal jefe de Balears, entre otros.

«Desde Ferrocarril de Sóller queremos apostar por el turismo cultural para convertir la Isla en algo más que un destino de sol y playa», dijo Xavier Mayol durante su discurso inaugural. Mayol quiso agradecer la aportación de Pere A. Serra, al igual que Jaume Matas. «Sóller cuenta desde ahora con una nueva oferta cultural de primer nivel que presenta una faceta de Picasso poco conocida pero de un alto nivel cualitativo», afirmó el presidente. La «originalidad de las piezas» permitirá «poner al alcance de los ciudadanos una oferta de calidad». «La sensibilidad de Pere A. Serra y su altruismo dejan a Sóller un legado extraordinario». Matas también destacó la labor del alcalde de Sóller, Carles Simarro, quien «trabaja para convertir la localidad de la Tramuntana en la capital cultural del Mediterráneo».

Carles Simarro también quiso destacar la nueva propuesta artística de Sóller, que supone «un punto de inflexión» en la localidad. Pere A. Serra, por su parte, recordó la amistad que unió a Miró y Picasso. «Miró siempre decía que Picasso era el mejor artista de todos y Picasso, por su parte, admiraba a Miró por haber sido capaz de acercarse al universo a la búsqueda de una estrella». «Sóller ha conseguido que dos personalidades del mundo del arte de la relevancia de Miró y Picasso se reúnan en Mallorca», aseguró Pere A. Serra, hijo ilustre de la localidad de la val de la Tramuntana.

Tras los discursos, los asistentes recorrieron la Sala Ceràmiques Picasso. Dolores Duran, comisaria de la exposición, se encargó de explicar a la comitiva las diferentes piezas que conforman la muestra. Una muestra que presenta las diferentes etapas y temáticas que Picasso plasmó en sus cerámicas. El artista malagueño llenó platos, fuentes, jarras y jarrones de rostros de mujeres, escenas de toros, faunos o animales. «La cerámica permitió a Picasso enfrentarse a una nueva modalidad desconocida, un reto para el artista malagueño», según Duran. Picasso se interesó en «descubrir los secretos de la técnica y de los esmaltes, aplicando diferentes pigmentos que ampliaron el abanico de posibilidades que ofrecía hasta ese momento esta técnica».

A lo largo del recorrido, los presentes pudieron descubrir en primera persona los secretos que Picasso plasmó en sus piezas cerámicas. Acompañados por una copa de champán o por un canapé, elaborados por el restaurante Tristán y de una altísima calidad, los asistentes contemplaron platos como «Cara», «Cabeza policromática» o «Búho brillante»; jarras y jarrones como «Mujer», «Jarra con pequeña cabeza» o «Yan con barba» y azulejos como «Pequeño indio», «Cara de mujer 'Pomona'» o «Máscara sonriente», entre otros.

También pudo verse a Juan Fierro March; al eurodiputado Luis de Grande; la diseñadora Marily Coll; Tummy Bestard, cónsul de Estados Unidos en Balears; Joana Walker, presidenta del Club Elsa; Jaume Bauzá, de la Asociación Empresarial de Agencias de Viajes de Baleares; Antoni Roig, portavoz del grupo municipal del PSIB en el Ajuntament de Palma; Miquel Segura, coordinador general del Institut d'Estudis Baleàrics; Jaume Ensenyat; Joan Albertí, alcalde de Fornalutx; Paco Arenas, general de la base naval de Sóller o el empresario de cine Joan Salas, entre muchos otros.

Pablo Picasso se adentró en el mundo de la cerámica de forma casual tras visitar la localidad de Vallauris en 1946. Un año después regresó con bocetos y dibujos que convirtió en realidad en el taller Madoura. Sus primeras incursiones denotan la herencia de la pintura, utilizando «superficies planas que se parecen a los lienzos» y centrándose en «platos y fuentes», en palabras de Duran. En una segunda etapa, Picasso se adentró en «la tridimensionalidad». «Se basó en piezas preexistentes y empezó a modificar piezas». La evolución lleva a Picasso a una tercera etapa, en la que «se libera de las formas tradicionales». «Crea sus propias cerámicas basándose en dos o tres elementos que, después, deconstruye y combina de manera diferente», situándose, de esta manera, «más cerca de la escultura», en palabras de Duran.

La Sala Picasso Ceràmiques acompaña en la renovada estación del tren a la sala dedicada a Miró que se presentó en mayo. Compuesta por 35 grabados del universal artista que la familia Miró ha cedido por un año, la muestra presenta obras de dos series: «Gaudí», de 1979, realizada por Miró en homenaje a Joan Rubió, discípulo de Gaudí y autor del banco y la iglesia de Sóller; y «Lapidari», de 1971, libro de grabados desarrollado por el artista en base a un texto anónimo del siglo XV que trata sobre las propiedades de las piedras.

Dos artistas que se conocieron en París en los años veinte y cuya amistad perduró a lo largo de los años. Desde ayer, comparten escenario en Mallorca, isla que acogerá para siempre el reencuentro entre las cerámicas del artista malagueño y los grabados del autor catalán que residió durante años en Mallorca y cuyo abuelo materno nació en Sóller.