Con una quincena de músicos sobre el escenario y una lluvia
acústica incesante, el concierto de Carlinhos Brown fue impactante
e hizo mover los pies de los asistentes desde las primeras notas.
Por si esto no bastara, el brasileño habló continuamente con el
público, les hizo cantar, aplaudir y fundirse en ese abrazo
prolongado y dulce que escenifica introduciéndose, micrófono en
mano, en medio de la muchedumbre.
Cada vez que daba una indicación, todos los seguían. Y cada vez
que pronunciaba una frase de sus populares «Carlitos Marrón»,
«Maria Caipirinha» o «María Respeto», el público bailaba, vibraba,
alzaba las manos y cantaba al unísono, así como con algunos de sus
temas más conocidos como «Rapunzé» o «Já sei namorar». Con el saber
hacer que caracteriza sus actuaciones, hizo que fuera una noche
apta para todas las edades, con un regusto al Carnaval de su ciudad
natal, Salvador de Bahía. Aunque «sin sexo y caipirinhas», como
apuntaban algunos de los muchos brasileños que no quisieron
perderse esta cita con Carlinhos.
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