Pere Montaner y Rogelio Araújo posan ante una cuadro de la exposición. Foto: JOAN TORRES

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El Arxiu Municipal de Can Bordils celebra el tercer centenario de la Guerra de Sucesión a la Corona española, que tuvo lugar entre 1700 y 1715. Mediante documentos, libros, cerámica, pintura o el escudo carolino encontrado en Lluc, la entidad se acerca a este conflicto dinástico desde el punto de vista de sus repercusiones en la Isla. Así lo explicó ayer Pere Montaner, director del Arxiu, a quien acompañó de Cultura de Cort, Rogelio Araújo. La muestra, de carácter histórico, se inaugura mañana y se podrá ver hasta el 30 de enero.

Más que guerra, lo que hubo en Mallorca en esa época fue una «confrontación política entre dos bandos», los que seguían al duque de Anjou, francés, que fue proclamado rey Felipe V el 24 de noviembre de 1700 a la muerte de Carlos II, con quien finalizaba la Casa de Austria, y los partidarios de que llevara la corona el archiduqe Carlos de Habsburgo quien, finalmente, fue derrotado en la batalla de Almansa, hecho que recrea un grabado que se podrá ver en la muestra. En la Isla, los partidarios de uno y otro recibieron los nombres de «botiflers» y «maulets», respectivamente.

A Felipe, según señaló Montaner, en Mallorca le seguían los abogados y una gran mayoría de nobles, constituyendo el grupo más numeroso, mientras que el bando partidario de Carlos estaba integrado, sobre todo, por notarios y algunos nobles. El director del Arxiu, especialista en esta época, sobre la que escribió «Una conspiración felipista: Mallorca 1711», así como diversos artículos, contó que los partidarios de Felipe eran abogados que defendían el testamento de Carlos II y aristócratas interesados en el libre comercio, también xuetas negociantes, siguiendo la política francesa de expansión comercial; mientras que los carolinos eran más conservadores y feudales. Ésta politización de la vida política se tradujo en la religiosa, capuchinos y jesuitas eran felipistas y los dominicos, carolinos. Este conflicto afectó a toda Europa, se inscribió en una política de alianzas y fue más que una guerra civil «una lucha por repartir los dominios de la Corona Española entre las potencias europeas».