«El Código Da Vinci». No se ve otra cosa en las librerías, como si el fenomenal éxito del libro «tapara» la literatura coexistente. ¿Porqué casi nadie habla ahora de, por ejemplo, Michel Houellebecq o Roberto Bolaño? La máquina de hacer dinero se ha puesto en marcha, y parece que nadie quiere quedarse sin su trozo de pastel, incluyendo a Brown, los autores de «El enigma sagrado» (que demandaron al escritor por plagio, perdiendo), el Opus Dei (que aprovecha el tirón comercial del libro para promocionarse en Estados Unidos), autores nacionales (como Javier Sierra, que ya ha vendido 250.000 ejemplares de «La cena secreta»), o las mismas «localizaciones» de la novela, que han visto como sus visitantes se multiplicaban a un ritmo vertiginoso.
La Capilla de Rosylyn (Escocia) o el mismo Louvre se han convertido en un parque de atracciones. Además, salen expertos en la obra del maestro italiano como champiñones. Sin embargo, la aventura cinematográfica ha comenzado entre una buena polvareda. Los cines de Palma estrenan hoy la película, confiando en el poder de atracción del libro. Hay bastantes «señales» que indican que el «Código Da Vinci» no pasará al podium del séptimo arte, como sí lo ha conseguido en el mundo del «best seller». Poco importa la calidad artística de la obra, el espectáculo está servido. «That's entertainment».
Las noticias fueron llegando, poco a poco, días antes del estreno oficial. No se sabe a ciencia cierta quienes impulsan estas opiniones mediáticas, y que grupos de presión o «lobbys» están trabajando para hundir o reflotar el film. Tom Hanks se ha metido en terreno desconocido. Habrá que esperar a ver la película y opinar con conocimiento de causa.
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