TW
0

L.MOYÀ

Eclecticismo estético, hedonismo cromático y nomadismo cultural. La Transvanguardia, movimiento que surgió a finales de los 70 y principios de los 80, tenía su sustento en estos tres conceptos. El crítico Achille Bonito Oliva fue uno de sus impulsores, el encargado de que el artista recuperara su individualidad. Desde hace 20 años visita con regularidad Mallorca. El pasado viernes por la noche, aprovechó su estancia en la Isla en casa de Yanick Vu y Ben Jakober para visitar el Museu Es Baluard.

«Es increíble, no se trata de un museo isleño, es un museo internacional», afirmó nada más salir del centro de arte. Bonito Oliva destacó no sólo el edificio, «se ha equilibrado muy bien la parte moderna con la restaurada», si no, también, la colección, «me ha impresionado, me ha encantado la pieza de Antoni Gelabert, un bellísimo Fontana, un Tàpies muy particular y un Clemente, entre muchas otras obras». «Es un espacio polivalente porque tiene una oferta multicultural, multilingüística y multimedia. Tiene todas las condiciones para convertirse en un museo internacional».

Preguntado sobre qué aportó la Transvanguardia al mundo del arte actual, Bonito Oliva destacó que ahora «todos los artistas son entes individuales». «Se sienten responsables con la sociedad. La violencia urbana, el terrorismo o la incertidumbre que se vive en tiempos de conflictos tiene un sentido en el arte. Ellos son el testimonio crítico de la nueva época». Usan «la búsqueda lingüística» para «exprimir una idea de resistencia». El enfrentamiento entre Estados Unidos y Europa «ha terminado» y, el arte, «se ha vuelto global».