Los Reyes se mostraron encantados con la intervención de Miquel Barceló y la celebraron con entusiasmo. «Genial», dijo doña Sofía. «Maravilloso», apuntó don Juan Carlos, a quien le pareció estupendo que el trabajo fuera «obra de un mallorquín, de un español» y de que «se quede en Mallorca». Fue al finalizar el acto de inauguración de la Capella del Santíssim, cuando el artista les explicó los pormenores de la cerámica.
Ya con el protocolo más relajado tras la bendición y los discursos, el artista respondió a las preguntas de sus Majestades, que formaron corrillo con las principales autoridades, el obispo, canónigos, familiares del artista, integrantes del patronato de la Fundació Art a la Seu y doña Pilar de Borbón, que se incorporó casi en el último momento.
A doña Sofía le pareció que la piel cerámica que representa la multiplicación de los panes y los peces, según el Evangelio de San Juan, resulta «muy cálida». El Rey hacía gestos, apuntaba arriba, a un lado y otro, como preguntando al artista los múltiples detalles que le llamaban la atención. Y mientras tenían lugar los discursos, el Monarca combinaba su atención a las palabras con miradas furtivas al entorno. Le vimos leyendo atentamente la lápida que cubre el sepulcro del obispo Teodor Úbeda y recorrer con su mirada lo que debía parecerle un espacio imponente desde la silla en la que se encontraba sentado, frente a la pared donde se representan los peces.
Saludos, felicitaciones, abrazos y besos. Siguiendo el horario previsto, los Reyes y su comitiva, entre la que se encontraba la ministra de Fomento, Magdalena Àlvarez, abandonaron la Capella del Santíssim. Sus Majestades, camino del Palau Episcopal, donde comieron con Jesús Murgui, y Miquel Barceló, con sus amigos, entre los que se encontraban Xavier Folch y Emilio Manzano, ex directores del Institut Ramon Llull.
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