De etiqueta y sin capel, Tomeu siguió haciendo de Tomeu, acogido con el mismo respeto y el mismo amor por su mismo público que lo adora. Apareció con el retraso protocolario de las grandes ocasiones, solo con su guitarra. Canciones intimistas con poca anécdota y mucha emoción. Se unieron los Géminis, como si no hubiesen pasado 25 años: celebración sin euforias, con esta campechanía generosa en la que se recrea Tomeu Penya. Un descanso para que los camareros sirvieran el postre, y salieron los jóvenes instrumentistas de la Banda de Santanyí con el director para poner en marcha los motores de la big band. Con doble sorpresa: la primera, la aparición de un Tomeu sin elook de toda la vida, eso sí, recibiendo los mismos piropos de toda la vida; la segunda, la aparición de los cuarenta músicos que esperaban detrás del telón.
Tomeu Penya se atrevió un poco más en esta larga campaña que mantiene desde hace décadas contra sí mismo. Nuestro músico más auténtico se ha hecho inimitable de la misma forma que se autoconstruyen los norteamericanos, de ahí la particular afinidad con el country de allá y el homenaje permanente del sombrero y las botas. Es un self made man, tanto que aplica un método totalmente heteredoxo y personal para hacerse a sí mismo. Asesina a sus modelos. Imposible encontrar unas caderas tan anti Presley como las que exhibe Penya.
En la noche del viernes se cargó al payés que es su carné de identidad para presentarse en la segunda parte con el smoking que iba a juego con la sala donde se presentaba, Son Amar. Y lo hizo con la misma naturalidad con que incorpora a Wilson Pickett o Bob Marley: 'penyizándolo'.
Llegó la parte más festiva y marchosa, incluidos los himnos de la religión 'penyista' coreados por un público que no llenó el aforo, pero lo inundó de buen rollo.
Acompañamiento inédito, arreglos nuevos, escenario insólito: el cantante curtido no pudo evitar emocionarse. Nos faltó una mejor ecualización del sonido: algunas secciones de la banda apenas pudieron oirse. No importó: Tomeu Penya se llevó la bendición del público antes de irse a dar de comer a los animales, como explicó a sus incondicionales.
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