Pedro Barbadillo, en su productora de Palma, Graphic Productions. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

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JONAS CLIMENT

«Los documentales más interesantes están animados por el espíritu de democratización de la información. Esa es la función del cine documental y también debería serlo de la televisión. Pero hay un conflicto entre la difusión de la información y los intereses de las grandes corporaciones, que no quieren que salgan a la luz ciertas cosas», explica el periodista y realizador Pedro Barbadillo, quien lleva más de 33 años rodando documentales comprometidos con la sociedad y el medio ambiente.

Barbadillo, sevillano y mallorquín de adopción, trabaja desde hace diez años en la Isla al frente de su productora independiente Graphic Productions. Detrás cuenta con una larga y prestigiosa carrera como documentalista.

El realizador empezó produciendo documentales para televisiones europeas, abordando temas relacionados con el franquismo y su época final. También ha trabajado en Àfrica, donde rodó documentales sobre el genocidio de Ruanda, entre otros. Mientras que, desde su antigua productora, Research, realizó documentales sobre algunos de los temas más candentes en la sociedad española, como el resurgir de la extrema derecha y los grupos de neonazis.

Para Barbadillo, «el documental es un género francotirador» y ese espíritu, que comparte con otros realizadores como Michael Moore (Bowling For Columbine) o Hubert Sauper (La Pesadilla de Dariwn), le ha guiado siempre en su trayectoria como documentalista.

Entre sus trabajos más controvertidos cabe citar Contra Corriente y Carga Tóxica. Con el primero, que fue censurado en su día por TVE, denunció los efectos que provocan en la salud las antenas de telefonía móvil y los campos eléctricos. Mientras que con el segundo destapó que algunas compañías, de hoteles a supermercados, utilizan productos químicos indiscriminadamente para conservar el aspecto de los alimentos causando graves enfermedades a las personas más expuestas.

Con ambos documentales, sufrió «amenazas y una presión brutal» por parte de las compañías implicadas. Sin embargo, ni el riesgo personal o el miedo le han detenido. «No debemos dejar de hacer las cosas que tenemos que hacer, porque, de lo contrario, seguiríamos en la edad de piedra», reflexiona.