Gabriel Genovart.

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JONÀS CLIMENT «En la posguerra, no sé qué habría sido de los domingos sin el cine», dice con cierta nostalgia Gabriel Genovart, quien acaba de publicar en la Editorial Lleonard Muntaner Infància i cinema en un temps de postguerra, el tercer libro que dedica al séptimo arte, una de sus grandes pasiones.

La única alternativa dominical, explica, «eran las actividades que organizaban las monjas, donde, igualmente, acabábamos jugando a los piratas», los mismos que, protagonizados por grandes actores como Errol Flynn y Tyrone Power, no podían sacarse de la cabeza.

«En el pueblo hablábamos hasta el miércoles de la película que habíamos visto el domingo», recuerda el autor sobre su infancia en Artà, donde, afortunadamente, señala, «pudimos disfrutar de las sesiones que programaban el Oasis Cinema y el Teatre Principal de Artà».

En su libro, Gabriel Genovart repasa, a la manera del filme Cinema Paradiso, sus «memorias intimistas del cine y la vida» en su pueblo natal donde, trascendiendo de la mera biografía de interés local, consigue que su infancia en Artà sirva como metáfora de toda una época. «Éste es un libro que podría haber escrito cualquier otro niño de la posguerra española», señala.

En Artà, como en cualquier otro pueblo de España, el cine se convirtió en la evasión preferida de las clases populares que, con ansia, esperaban la llegada del domingo para sumergirse en aquellas maravillosas fábulas de aventuras, misterio y terror que llegaban, a veces con años de retraso, de los estudios de Hollywood. Aunque el éxito del celuloide no fue bien visto por todos.