Jordi Grangel, ayer, en la muestra dedicada a su estudio. Foto: JONAS CLIMENT

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J.CLIMENT Trabajar para DreamWorks, Warner Bros o Universal Pictures equivale a formar parte de la élite en el mundo de la animación. Jordi Grangel lo ha conseguido. Junto a su hermano Carlos, dirige desde Barcelona el Grangel Studio, una empresa especializada en el desarrollo de personajes y fondos para largometrajes de animación. A ellos se debe gran parte de la imaginería de los grandes éxitos del género: El Príncipe de Egipto, Antz, El Espantatiburones, Madagascar, Kung-Fu-Panda o La novia cadáver.

De cómo se hizo esta última producción, dirigida por Tim Burton, habló ayer Jordi en el Museu Es Baluard, donde también impartió con anterioridad un Taller de modelado escultórico para animación. Según explicó, el cineasta californiano les llamó tras ver su trabajo en el cortometraje The periwic maker, el cual tiene «un estilo afín a lo que quería». Reunidos en Londres, Burton les dio «el guión y los bocetos de cuatro o cinco personajes». A partir de ahí, los hermanos Grangel dedicaron dos años y medio a desarrollar los cerca de ochenta personajes de la película, desde sus rostros a la fisionomía, vestimentas o incluso fondos.

Sus dibujos se convirtieron después en las marionetas que Burton utilizó para animar La novia cadáver con la técnica de stop motion (fotograma a fotograma) y en todo el merchandising que suele acompañar a este tipo de grandes producciones.

Aunque hay muchos otros trabajos relevantes en las carrera de los Grangel (entre ellos, El Príncipe de Egipto, filme con el que contribuyeron a «romper la hegemonía del estilo Disney»), La novia cadáver es «el que más nos gusta», explicó Jordi, porque les permitió «involucrarse totalmente y conocer todo el proceso de animación a partir de una técnica tradicional, como el stop motion, así como trabajar con su admirado Tim Burton, un director algo «extravagante y tímido» pero que «realmente sabe lo que quiere y tiene mucha emoción artística».

Sin embargo, tratar con el artífice de Eduardo Manostijeras no es algo tan excepcional en su día a día en el que, cuando no dedican doce horas diarias a la producción de una película, se hayan en el extranjero debatiendo con los responsables de los grandes estudios el aspecto y estética de los protagonistas del próximo taquillazo. En este momento, aunque no puede revelar más, están trabajando en películas para las productoras Les Armateurs (París), Armaand (Bristol) y Dreamworks (Los Angeles), ésta última de Steven Spielberg.

Aunque su trabajo tiene pasaporte internacional, Jordi no reniega del talento español y es todo elogios para la labor de Juan Montes de Oca («perfeccionista y cien por cien involucrado») y el Master de Animación MA ISCA de la UIB (es mucho más que aprender a usar el ordenador»), donde tanto él como su hermano han impartido clases. «A lo largo de veinte años he visto a más de treinta personas de este máster trabajando en el extranjero y totalmente realizados», apunta.

Desafortunadamente, los éxitos educativos de las escuelas de animación en España no se traducen en toda la confianza deseable por parte de los empresarios. «Tienen que saber que hay que invertir mucho tiempo y dinero pero luego llegan los beneficios».