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JONAS CLIMENT
Una Basílica de Sant Francesc llena acogió ayer el funeral por el alma del religioso y compositor Antoni Martorell. La misa, concelebrada, fue presidida por Tomeu Pont, provincial de los franciscanos.

El secretario de la congregación, Nicolau Sastre, ofreció el primer parlamento, en el que repasó la trayectoria de Martorell como franciscano y sacerdote «consagrado a Jesucristo, la Iglesia y sus hermanos»; como compositor, dijo que «unió la música sacra con la cultura popular y fue el primero en introducir sones en catalán en la Iglesia»; también habló de sus premios, honores y galardones, y, finalmente, de «la visita de la hermana muerte corporal» a sus 95 años, debido a las complicaciones derivadas de una caída reciente.

Los celebrantes también recordaron a Martorell como «un hombre profundamente religioso, sencillo y que amaba nuestra tierra y cultura. Tenía un entusiasmo casi juvenil en todo lo que hacía y nunca salió de su boca una palabra de queja».

Durante sonó música del propio Martorell, interpretada por el organista Arnau Reynes, y cantada por Ricard Terrades, director de la Escolania de Lluc, a quien el público se unió en Tot jo tenc set de Déu. Lluc Riera, vicario general de la Diócesis, representó al obispo y estaba previsto que leyera un texto en su nombre.

Entre los asistentes se encontraban representantes del mundo de la música, académicos de la Reial Academia de Belles Arts de Sant Sebatià, a la que Martorell pertenecía; autoridades políticas de distintas instituciones y del Ajuntament de Montuïri, su pueblo natal. Las exequias se celebraron ayer por la mañana en La Porciúncula.