Antonio Vega, un artista que ya era un mito antes de fallecer ayer.

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Antonio Vega Talles, que falleció ayer en Madrid, era uno de los grandes intérpretes del pop español y miembro fundador de Nacha Pop, una de las bandas de mayor repercusión en los 80 del pasado siglo y una de las referencias de la movida madrileña. Su canción La chica de ayer es ya un clásico. La capilla ardiente con sus restos mortales se instalará hoy en la sede de la SGAE, en Madrid.

Vega había nacido en Madrid en 1957 en el seno de una familia de clase media. Tras abandonar la universidad por la música, en 1978 formó, junto a su primo Nacho García Vega, Carlos Brooking y el batería Ñete el grupo Nacha Pop.

Ahí comenzó una carrera que se prolongó nueve años, plagada de éxitos y un enorme prestigio, pero pocas ventas. Durante ese tiempo, el conjunto grabó siete álbumes. Pese a su popularidad, el cansancio y los problemas con las drogas de Antonio condujeron a Nacha Pop a su disolución y fue con dos conciertos en la sala Jácara de Madrid en 1988 cuando dijeron adiós. El álbum en directo que grabaron y que se título Nacha Pop. 1980-1988 fue disco platino y rompió su mala racha de escasas ventas.

Poco después, Vega dio comienzo a su carrera en solitario con su estilo intimista, con canciones que él llamaba «poemas adaptados a la música» y con las que tuvo muchos altibajos comerciales.

Su primer trabajo fue No me iré mañana (1991), un disco «de guitarras y mucho pop», según sus palabras, al que siguió El sitio de mi recreo, una docena de baladas, mezcla de cosecha en solitario y de su etapa de Nacha Pop, que incluía El sitio de mi recreo (Premio Ondas) y su versión del clásico de Nat King Cole Ansiedad.

En 1993 le rindieron un homenaje con el doble álbum titulado Ese chico triste y solitario, que incluía canciones de Antonio versionadas por grupos y músicos como Gabinete Caligari, Los Secretos, Rico, Alaska, Ramoncín, Ketama, Manolo Tena, Mamá, Rosendo, Pistones o Tam Tam Go, entre otros.

Un año después, molesto por los rumores sobre su maltrecha salud, grabó su tercer disco, Océano de sol, y un vídeo dirigido por Julio Medem. Tras una ausencia de cuatro años, en 1998 sacó al mercado Anatomía de una ola, grabado en Mallorca y coproducido con el guitarrista isleño Joan Bibiloni. Fue un trabajo de madurez.

En 2001 regresó a la guitarra acústica con De un lugar perdido, con letras de su pareja, Marga del Río; y un año más tarde publicó Básico, donde recorrió cerca de 30 años de música. En 2004 apareció, tras recuperarse de una neumonía, Escapadas, en el que versionó canciones de otros autores, y en 2005 lanzó Tres mil noches con Marga, en memoria de su compañera sentimental fallecida.

El mundo de la música le recordaba ayer con respeto y admiración. Teddy Bautista, productor del primer disco de Nacha Pop y presidente del consejo de dirección de la SGAE, dijo sobre la muerte del músico que ha sido «el veneno que cabalga sin freno» quien se ha llevado «por delante lo mejor del talento».

Por su parte, Miguel Ríos alabó el «talento desmesurado» de Vega y se lamentó del «enemigo tan grande que llevaba dentro». Para Nacho Cano, «sufrir lo que Antonio ha sufrido y escribir de esa manera, tiene mucho mérito, pero siempre encontraba la fuerza necesaria para salir al escenario y transmitir sensaciones».

«Tenemos la suerte de que nos quedarán sus grandes canciones», decía ayer, muy emocionado, su primo Nacho García Vega. «Canciones que nos han emocionado a todos y con las que han crecido varias generaciones». Y ésa será la mejor forma de recordarle.