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MARIANA DÍAZ/AGENCIAS

Latinoamérica y España lloran la muerte del escritor uruguayo Mario Benedetti, quien en los años ochenta del pasado siglo eligió Mallorca para vivir, aunque tuvo que abandonarla por culpa del asma. La capilla ardiente con sus restos mortales quedó instalada ayer en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo (Parlamento) de Uruguay, donde decenas de ciudadanos, incluido el presidente de la República, Tabaré Vázquez, desfilaron para dar el último adiós al autor de La tregua.

Benedetti, que escribió siempre sobre el amor, la soledad, el compromiso político y últimamente también sobre la muerte, falleció el pasado domingo en su hogar, días después de recibir el alta de un hospital privado de Montevideo donde había sido internado por una afección intestinal crónica. La salud del poeta, que también sufría asma crónico, se había deteriorado tras la muerte, en 2006, de su esposa Luz, con quien estuvo casado 60 años.

Su carrera se extendió durante seis décadas que incluyeron novelas, poemas, ensayos y obras de teatro.

En 2006, cuando Benedetti cumplió 86 años, confesaba que «en Mallorca lo pasaba de lo más bien, a Luz le gustaba mucho la playa y yo hablaba alemán con los turistas, escribía». El autor de Gracias por el fuego había llegado a Mallorca en 1980 procedente de París. Aquí vivió hasta 1983. El escritor Coco Meneses, que estos días convalece de una operación, recordaba a este diario que Benedetti alquiló un apartamento en la Plaça Gomila. «Su situación económica por entonces no era buena ya que sus derechos de autor estaban prácticamente congelados debido a su comportamiento político». Sus obras no se publicaban en países como Uruguay, Argentina y Chile. «Gracias a que en El País le contrataron una colaboración semanal y que en Colombia le compraron dos novelas para la televisión, pudo comprar un piso en la calle Sant Jaume». Instalado ya en Palma, acudía a desayunar al bar Miami, en es Born, hoy desaparecido. El grabador Pep Sitjar, con el que coincidió en el Taller 6a, o el fotógrafo Oscar Pipkin, con quien coincidió una noche con un grupo de latinoamericanos exilados en un bar de la Plaza Jinetes de Alcalá, hoy Porta de Santa Catalina, recordaban ayer que era una persona «encantadora, discreta». Pipkin rememoraba «lo angustioso de las cosas que contaba y lo angustioso que era verle sufrir por el asma». En Mallorca escribió algunos cuentos y la novela Primavera con una esquina rota.

En 1985 volvió a la Isla para dar forma, junto al escultor Enrique Broglia, al libro El Baquiano y los Suyos, con textos propios y litografías del artista, también uruguayo. Benedetti honró con estos versos al poeta José Gervasio Artigas, impulsor de la independencia de su país. La obra se expuso el mismo año en la galería Altair. El escritor siguió viajando a la Isla durante años, instalándose en el hotel Sis Pins de Pollença, donde ayer contaban que «siempre pedía la habitación 124, con una gran terraza y vistas al mar. Era especialmente discreto, por la mañana salía a comprar el periódico y luego pasaba el día en el solarium, con su esposa, bajo una sombrilla»

Ayer fueron muchos los que le dedicaron su admiración. La librera Glòria Forteza-Rey, de Embat, le recuerda como «un hombre sencillo y humilde», que siempre preguntaba «por los clásicos». Cuando Benedetti decidió marcharse de Palma en busca de otro clima, debido al asma que padecía, la librería Embat y la UIB organizaron un recital de cuentos y otro de poemas. «Las aulas de la universidad estaban abarrotadas y cuando estaba leyendo los cuentos, por su condición de asmático, tuvo que pedir por favor a los alumnos y a los profesores que dejaran de fumar. Todo el mundo paró y se abrieron todas las ventanas», explica. Fue Forteza-Rey quien le recomendó el hotel Sis Pins de Pollença.