El que fuera director del Instituto Cervantes y después ministro de Cultura avaló a través de su experiencia la simbología que tienen nombres como Goya, Miró, Picasso o Cervantes para «dar a conocer quiénes somos» en el extranjero y abrir puertas. Puertas, explicó, que no sólo sirven desde el punto de vista lingüístico y cultural, sino también a la hora de establecer vínculos y relaciones económicas con países que marcarán el futuro.
«Estos grandes creadores son símbolos de nuestra identidad», afirmó. De ahí, su disconformidad con el escaso apoyo a instituciones como el Cervantes, que «apenas recibe ayuda a cambio de la importantísima labor que realiza» y su especial énfasis en su deseo de que «el mismo interés que en estos momentos se pone en el deporte, también se ponga en la cultura».
El escritor, que acaba de dejar su escaño en el Congreso para incorporarse al claustro de la Universidad Carlos III de Madrid, incidió en que «estamos en la vanguardia de la cultura, y la cultura, en un país extranjero, nunca provoca rechazo». Fue por ello que apremió para que se sepa aprovechar esta coyuntura para abrirnos a un mundo cada vez más abierto y plurilingüístico.
El conocimiento de las lenguas fue otro de los temas en los que más incidió Molina durante su intervención destacando que «el futuro de las próximas generaciones pasa por el dominio de varios idiomas. Un hecho que no sólo será una riqueza cultural, un saber o un conocimiento, sino también una importante baza para un futuro laboral».
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