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Como todo el cine de autor, ése que tiene «ideas y contenido» y que él defiende intensamente, las películas de Ventura Pons siempre forman parte de un universo propio. Su última cinta, A la deriva, que ayer presentó en Palma y que se estrena mañana, supone un regreso a sus temas habituales: la comunicación (o la falta de ella), la «necesidad del otro», el amor, la amistad y la muerte.

En esta ocasión, la historia se centra en una chica, interpretada por Maria Molins, que vuelve profundamente «quemada» de Àfrica, donde pasó dos años como voluntaria en una ONG. En su regreso, deja a su marido, vive en una caravana y acepta el primer empleo que le ofrecen, como vigilante de seguridad. «Pasan muchas cosas, pero lo importante es lo que sucede en el interior de los personajes. Hablo de la necesidad de comunicarse en un contexto de desarraigo», resume el cineasta. Roger Coma, Fernando Guillén y Marc Cartes son otros de los intérpretes de la cinta, en la que Boris Izaguirre realiza una intervención especial.

Pons volvió a reafirmar ayer que los premios Goya deberían tener «una categoría propia para las películas españolas no realizadas en castellano». Respecto a los actos organizados por la Acadèmia de Cine Català en Los Àngeles (que quiere conseguir que Hollywood acepte una candidata catalana en la categoría de película extranjera), Pons considera que «la minoría más grande de Europa sin Estado propio, con 72 películas producidas el año pasado, merece presentar su candidata». Además, recordó que «Hong Kong y Palestina tampoco tienen estado y sí pueden presentar su candidata» a los Oscar, como excepción a la regla general.