Músico, poeta y pintor. En su trigésimo tercer álbum, El niño que miraba el mar, Luis Eduardo Aute pone de relieve su carácter transversal en doce canciones que le toman el pulso a este presente urgente y apesadumbrado con su habitual escepticismo. El lanzamiento se hace acompañar de una película animada, dibujada a lápiz por el propio artista, titulada El niño y el basilisco, «que podrá verse antes del concierto», asegura. Aute presentará el álbum en el Auditòrium de Palma el 11 de enero, a las 22.00.
—¿Cuál fue el punto de partida de El niño que miraba el mar?
—Dos fotografías, una que me hizo mi padre en el año 1945 hacia los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial, en el muelle de Manila, y otra que tomó mi hija hace dos años en el malecón de La Habana. Luego hizo un montaje con ambas y el resultado me inspiró algunas canciones. A nivel musical, he intentado hacer un disco sensible con los tiempos que corren.
—Usted nació en una Manila próspera y cosmopolita, cuyo destino quedó fatalmente marcado por el devenir de la guerra, ¿guarda algún recuerdo de todo aquello?
—Mis recuerdos comienzan a tomar cuerpo a partir de la década de los cuarenta y la época que me comentas, cuando el general McArthur arrasó el país, se remonta un poco antes en el tiempo. Recuerdo que tras los bombardeos no quedó piedra sobre piedra, luego, poco a poco, se fue reconstruyendo el país.
—¿Alguna vez se ha preguntado qué estaría pensando el joven Luis Eduardo Aute de la fotografía que ilustra la portada del álbum? Es una imagen muy evocativa...
—No lo sé, era muy pequeño. Aunque muchas veces lo he pensado, supongo que simplemente miraba hacía la lejanía, hacia ese mar inmenso que se encontraba frente a él y que contrastaba con la ciudad arrasada que yacía a sus espaldas.
—¿Ha cambiado su modo de entender la música?
—Diría que no, sigo haciendo música con la misma intención, y sigo necesitando que un determinado estado de ánimo impulse la escritura de la que nace la canción.
—La brújula financiera que marca el signo de los tiempos le ha hecho aparcar sus habituales letras para abundar en el clima social que se respira, ¿cree que 2013 destapará la luz al final del túnel?
—Lo veo difícil, la política está en crisis, sometida a las mafias económicas que pugnan por hacerse con el control del planeta. Pero no solo padecemos una crisis política, sino también de valores.
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