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El balear Salvador Martínez Muñoz ha sido galardonado por unanimidad con el III Premio de Poesía Experimental Francisco Pino, dotado con 4.000 euros, con la obra P' que ha presentado bajo el lema Tunixant Addaya.

Además, el jurado ha concedido el primer accésit -con una dotación de 1.500 euros- por mayoría al leonés Adolfo Alonso Ares por su trabajo Laberinto silencio y espiral y el segundo -dotado con 1.000 euros-, por unanimidad, al argentino Guillermo Daghero por la obra La forma, presentado bajo el lema 'rreynaldo camps'.

El jurado ha estado compuesto por el editor y crítico José Noriega, quien ha presidido el mismo; el profesor y poeta Javier Dámaso, como secretario; y los vocales Francisco Pino Jiménez, patrocinador del premio e hijo del poeta que da nombre al mismo; el director de la Fundación Jorge Guillén, Antonio Piedra; y el director de El Norte de Castilla, poeta y crítico literario Carlos Aganzo.

Antonio Piedra ha destacado el hecho de que los trabajos presentados, 320, casi 100 más que en la anterior decisión, hayan llegado en su mayoría de España (60 por ciento) pero también desde Europa, Hispanoamérica e incluso Oceanía, lo cual demuestra la relevancia del premio en el exterior.


Debate sobre las obras

De este número, se han seleccionado 47 y ha habido amplios debates por la calidad de las obras, aunque al final se ha elegido el ganador «por unanimidad». En este contexto, Noriega ha incidido además en la «aceptación» de la poesía experimental, con ganadores procedentes de Baleares, León y Argentina.

José Noriega ha señalado que los tres premios suponen una «vuelta al hombre», de diferentes maneras, en el caso del primer premio se ha optado por una obra en la que el hombre vuelve a los orígenes de las cosas, lo que se representa mediante un lapicero, su mina y la persona que hay detrás y cuenta las «historias», aunque sin narrar, sino simplemente dice «esto es lo que hay».

Aganzo ha añadido que la obra es la máxima expresión de «lo más humilde», ya que muestra un lápiz como herramienta de escritura frente a otras técnicas más modernas.


El primer accésit narra historias de un hombre «metido en la vida», ya que «sin vida no hay poesía», mientras que el segundo accésit, además del valor del propio poema escrito, Noriega ha destacado el hecho de que esté impreso en hojas «soleadas», expuestas al sol y muestra la «vida del folio».