Palma cultura Jorge Sanz fotos Teresa Ayuga

TW
24

David Trueba le devolvió al cine tras varios años sin figurar. Jorge Sanz (Madrid, 1969) encarna a un estricto padre de familia en Vivir es fácil con los ojos cerrados, largometraje vencedor de los Goya. La educación de aquella época, España en 1966, se ve reflejada en el personaje del actor madrileño, un policía nacional que no permite que su hijo, Francesc Colomer en la cinta, le conteste ni lleve el corte de pelo al estilo de The Beatles. Sanz ha viajado a Mallorca para impulsar la campaña de apadrinamiento de la Fundació Natzaret, que acoge a menores en riesgo de exclusión social.

—Rebobinemos hasta 2010. ¿Por qué una serie como ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?'?

—Era el momento de hacerlo. Uno tiene que ir dando pasos en la vida. Como has visto en mi última película, hago de padre de familia numerosa. Quien perdura en este oficio en el tiempo es gente que se reinventa.

—Imagino que no tuvo nada que ver con el falso documental ‘I'm still here', de Joaquin Phoenix.

—La trampa era distinta. Él hizo pensar que aquello era real para luego decir no, es una broma. Nosotros desde el principio dejamos claro: es una broma, nos vamos a reír de todo el mundo y para reírte de todo el mundo tienes que empezar por reírte de ti mismo.

—La broma duró poco.

—Es una serie que no tiene fin. David [Trueba] pensó que para que pudiera durar toda la vida tenía que ser así, poco a poco. Posiblemente este año hagamos un capítulo de una hora u hora y media.

—¿Qué ha sido de Jorge Sanz?

—Me he convertido en padre, sigo trabajando en esto, menos de cara al público, más en teatro. La industria está muy mal, nos han apartado del ámbito público por meternos en política.

—Si el cine ha entrado en política, opine sobre la ausencia de Wert en los Goya.

—Creo que el ministro de Cultura es lo que nosotros denominamos veneno para la taquilla, es el desmantelador.

—¿Por qué?

—Ha desmantelado las industrias que debería defender, creo que no sabe quienes somos ni la mitad de los que trabajamos en esto.

—¿Le pesó, en su tiempo, aquello de niño prodigio?

—Qué va, al contrario. Estoy más que satisfecho de la carrera que he llevado. Ahora hablo con actores de mi edad que dicen: nosotros ya aunque queramos nunca podremos tener la carrera que tú has tenido. Aparte que dispongo de la inmensa fortuna de no ser un actor de mi generación.

—¿De qué generación es?

—De la anterior, cuando trabajaban Fernán Gómez, López Vázquez, Agustín González, Manuel Alexandre... Era el niño de aquellos. Empecé cuando la industria del cine era una industria cojonuda y se hacían 180 películas o 200 al año.

—¿Ahora qué es la industria?

—Son 14 películas al año, una industria a la que no se le permite hablar en público, que tiene acceso a los medios de comunicación y por los motivos que sean, tenemos cierta sensibilización social y decimos lo que nos da la gana. Y eso es algo que la clase política no perdona.

—¿Qué imagen tiene del cine español?

—La falta de medios agudiza el ingenio. Somos un país de tradición cinematográfica en todos los aspectos, un país de grandes cómicos, con un sentido del humor muy especial.

—Y sin embargo, abundan sus detractores. ¿Cómo lo explica?

—Porque ven la televisión y dicen lo que la gente les dice que tienen que decir. Tú no puedes odiar algo tuyo. Somos el único país que odia su propia cultura. Es como de broma, pero también forma parte del humor español. A mí me han dicho: odio el cine español, los de la ceja.

—¿Cómo responde a eso? ¿Tiene una ideología concreta?

—De todo tipo.

—¿Garci no es bien recibido en los Goya? Hace tiempo que no va.

—Sí. Pero Garci hace trampas. Se queda con el dinero de sus películas, contrata a su mujer como directora de la segunda unidad por unos precios que no ha cobrado nunca un director y luego se compra él las entradas para poder acceder a las subvenciones. O sea, Garci es un tío que hace trampas.