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Ni rastro a primera hora de la mañana de las masas de escolares asomando por la Plaça Major de Palma con motivo del Dia del Llibre, la celebración de Sant Jordi, la fiesta del libro y de la rosa. ¿La razón? Los pequeños siguen de vacaciones. El panorama parecía menos concurrido que otros años, se palpaban algunos nervios entre los libreros, pero todo cambió cuando rozaban las doce del mediodía. Una gran 'avalancha' de lectores, curiosos, residentes y turistas abrazó el recorrido oficial del Gremi de Llibreters; ayer había sed de lectura -y cultura- y el resultado final fue un Sant Jordi que capeó al fin la «maldita» crisis, tanto las ventas como la afluencia resultaron «muy buenas, estamos muy contentos, en sintonía con la fiesta del año pasado, hay más ambiente», expresó el presidente del gremio, Francesc Sanchis, mientras despachaba a sus clientes en su paradeta de Sant Miquel.

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Algo más lejos de la ruta librera -Cort, Plaça Major, Sant Miquel, Olmos y Plaça d'Espanya-, en los jardines de La Misericòrdia, los simpáticos clowns de Ànima Circ arrancaban la fiesta por todo lo alto: música, acrobacias y, sobre todo, mucha diversión. ¿Su destino? El epicentro de la fiesta del libro, el casco antiguo de Ciutat. Desde la Plaça Major, la responsable de la librería Lluna, Maria Barceló, se mostraba muy entusiasmada: «Fantástico». Así definía Sant Jordi la librera, quien relató cómo la gente «compra y pasea mucho, hay mucho boom de lectores, estamos muy contentos».

Sant Jordi es una fiesta en la que los partidos políticos, en el gobierno y en la oposición, aprovechan para hacer campaña, las 'euroelecciones' están cerca. Algunos de nuestros mandatarios, como el alcalde Mateo Isern, tenían dudas sobre qué libros comprar. «Ahora estoy leyendo Crónica de la debacle , de Ramón Aguiló», aseguró. Por su parte, el regidor de Cultura, Fernando Gilet, pensó en sus hijas y les compró cuentos africanos de Nelson Mandela. Para él, « Churchill , de Roy Jenkins». Al menos, nuestros políticos leen.