José Sacristán.

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José Sacristán continúa trabajando en 2015 con la misma intensidad y pasión con la que lo hacía en 1963, hace ya más de cincuenta años. Con la contundencia y respeto que infunde, inevitablemente, su tono de voz, Sacristán habló sobre su carrera y su futuro mientras su mujer preparaba un tradicional cocido madrileño. El actor visita la Isla esta semana con el recital Caminando con Antonio Machado, que podrá verse el sábado 2 de mayo en el Auditori de Peguera, a las 20.00 horas, y el domingo 3 de mayo en el Teatre d’Artà, a la misma hora.

—¿Por qué ha querido homenajear a la figura de Antonio Machado ahora?
—Mi intención no era tanto hacerle un homenaje como recuperar su voz. Quería dar a conocer su obra y su pensamiento, incorporándoles algunas melodías. Es formidable comprobar cómo la crónica de su época sigue sonando vigente hoy.

—¿Ha aprendido algo sobre él tras elaborar un proyecto alrededor de su figura?
—Aprender de alguien como Antonio Machado es inevitable. Es como Delibes o Cervantes, nunca dejan de enseñarte cosas nuevas.

—¿Fue difícil el proceso de selección de música para los poemas?
—Para nada. Ha elegido todas las piezas Aurora Martínez [la violonchelista del recital]. Hay de todo: Litzt, Brahms, Bach, Vivaldi...

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—Tiene proyectos en televisión, cine y teatro. ¿De dónde saca el tiempo?
—Me tienen que ir colocando todos los eventos, si no no podría hacerlo. Ahora le doy prioridad a la serie, y en función de ella voy combinando el resto de los proyectos.

—Con Velvet hemos podido volver a verle de forma regular en televisión. ¿Qué le atrajo?
—La historia, el personaje, las condiciones, los compañeros... Rodar Velvet es como ir de boda cada día, una pasada. En realidad, acepto un papel en televisión de la misma forma que acepto uno en cine o teatro.

—¿Comparte la opinión de aquellos que bautizan a ésta como una nueva etapa dorada de la televisión?
—La calidad de la ficción española es alta, pero no sé si es una edad de oro. En España se han producido maravillas como Fortunata y Jacinta o Los Pazos de Ulloa. Por lo general no estoy de acuerdo con las etiquetas de ese tipo, no les veo la necesidad.

—Sus últimas dos películas, Perdiendo el Norte y Magical Girl, son muy diferentes, ¿qué le ha aportado cada una?
—En una me cautivó entrar en un mundo de complejidades con personajes perfectamente cotidianos, y de la otra poder hacer reír a la gente. Me atraen tanto las películas que divierten como las que hacen pensar.

—«Estos días azules y este sol de la infancia» fueron los últimos versos de Machado, que usted ha interpretado como un deseo de volver a Sevilla. ¿Cuáles serían «los días azules» y «el sol de la infancia» de José Sacristán?
—Todavía está por ver, porque no me encuentro en situación de desaparecer, pero el sol de la infancia seguiría siendo el de mi pueblo. Me reconozco tanto en el cálido de abril como en el abrasador del verano.