Fotografía de archivo del artista catalán Antoni Miralda, que ha obtenido el Premio Velázquez de las Artes Plásticas 2018. | Alex Minchiotti

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El artista catalán Antoni Miralda, que este lunes ha obtenido el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2018, ha señalado a Efe que estaba muy ilusionado con el galardón «porque reconoce una manera de entender el arte y mi trabajo y abre una puerta».

«Es muy importante que se den este tipo de situaciones y que la mirada sobre el arte se abra, porque el arte que no se abre es un arte que no tiene más salida y se queda enmarcado en las instituciones. Este premio es una puerta abierta y es el diálogo lo que entra», ha recalcado Antoni Miralda (Terrasa, Barcelona, 1942).

El Premio Velázquez de las Artes Plásticas, dotado con 100.000 euros, lo concede el Ministerio de Educación y Cultura en reconocimiento a la totalidad de la obra de un creador iberoamericano en el ámbito de las artes plásticas, en cualquiera de sus manifestaciones.

El jurado ha destacado en la obra del premiado «una trayectoria artística sólida y transdisciplinar, desde los años 60 a la actualidad, en la que ahonda en el concepto de ritual y fiesta, con un sentido lúdico y participativo que evidencia el carácter político y crítico de su obra».

Además, ha añadido el jurado en su argumentación que «sus acciones colectivas, que involucran a gran parte de la población, tanto a audiencias vinculadas al mundo artístico como también a agentes de la vida cotidiana, exaltan en particular su capacidad de seducción estética, el carácter organizativo de su práctica y su incansable trayectoria».

«El arte desde mi juventud -ha indicado el premiado- abarca plataformas que son totalmente desconocidas, y me gusta investigar que el arte pueda surgir y extenderse con la participación de diferentes personas, comunidades o barrios».

Y la apertura del ámbito geográfico es muy afín a este artista multidisciplinar que vive entre Barcelona y Miami -"aunque ahora estoy más tiempo en Barcelona», dice-, porque su obra, según explica, «lo que intenta abarcar es el aporte humano donde quiera que esté».

«Vivo en Barcelona, pero el trabajo del artista está fuera de los conflictos políticos. El trabajo está fuera de estos problemas, aunque son reales; otra cosa es en lo personal, pero no están en mi obra. Este premio es una puerta abierta», subraya.

Entre los próximos proyectos de Miralda destaca, el 1 de noviembre, su participación en Nueva York en una gala en honor a Christo y Jeanne-Claude, la artista colaboradora de Christo y su pareja, fallecida en 2009. Además de una próxima exposición en la galería Senda de Barcelona y una intervención en Miami.

«Este premio también me va a venir muy bien para poner en marcha otros proyectos que tengo encima de la mesa y que estaban atascados», ha reconocido el artista.

Miralda, formado desde comienzos de 1960 en los más prestigiosos y diversos centros artísticos de Barcelona, París, Londres y Nueva York, es quizás el creador español más versátil de los últimos 40 años. Permanentemente involucrado en el arte participativo, es autor de una obra de carácter público y lúdico, según informa el Ministerio de Cultura.
El estudio de la memoria inmaterial es uno de sus ejes temáticos más significativos, resaltando la comunicación como un aspecto de gran importancia en toda su trayectoria.

Trabaja con objetos, «mixed-media», «happenings» relacionados con la idea de la fiesta, las liturgias ceremoniales, los ritos florales, las procesiones, para dedicarse ya en 1967-1968 a la alquimia de las metamorfosis con sus «objetos comestibles», como paisajes o banderas que recrea desde entonces en su obra, mostrando una precoz preocupación antropológica por el ritual.

Este lenguaje le permite reflexionar sobre la capacidad de transformación que el arte posee, más allá de los recintos museográficos cerrados.

Su obra forma parte de importantes colecciones, ha expuesto en numerosos museos y ha estado presente regularmente en las principales citas artísticas internacionales.

Sus primeras obras, «Soldats Soldés» (1967-72), se conocen como objetos «assemblages» partiendo de la acumulación de soldados de plástico blanco.

Vivió en el París de los sesenta, donde empezó a realizar proyectos introduciendo el ceremonial de la comida como elemento creativo a partir del color y su simbolismo.

A mediados de los años 90, partiendo del concepto «comida como cultura», creó el FoodCulturaMuseum, un «museo sin paredes» con el objetivo de explorar, coleccionar, preservar, documentar y difundir las conexiones entre comida, cultura popular y arte.
El jurado que ha fallado el premio ha estado formado por Concha Jerez, ganadora del premio en la pasada edición, Xoan Anleo, Natalia Majluf, Miguel Zugaza, Antonio Franco, Isabel Tejada y Elvira Dyangani.