El actor Boré Buika, en una imagen promocional.

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El actor Boré Buika (Es Molinar, 1980) interviene en la serie Dos vidas, principal apuesta de RTVE para la sobremesa de este mes. Da vida a Mabale, el capataz fang de una explotación maderera española en la Guinea Ecuatorial de 1947. Primo del actor Armando Buika y de la cantante Concha Buika, participó el año pasado en la serie Caronte y en las lecturas dramatizadas de Galdós en el Teatro Español. Sus papeles en El secreto de Puente Viejo, Anclados y Mar de plástico le dieron a conocer entre el público.

¿Qué tiene de especial la serie Dos vidas?

—El de dos vidas y dos mundos paralelos; el de una chica que en la actualidad descubre que su abuela vivió en la Guinea Ecuatorial colonial de 1947. La serie habla de estas dos vidas, de la abuela y la nieta, y hace un paralelismo entre ambas; lo diferentes que son y lo que ha tenido que vivir cada una a la misma edad con los lógicos contrastes.

¿Cuál es su personaje?

—Interpreto a Mabale, un ecuatoguineano capataz de la fábrica de madera de don Francisco, el padre de la protagonista, que llega a Guinea para estar con su progenitor, y descubre lo que es el país en esa época, nada que ver con la plácida vida que llevaba en España. Le choca lo diferentes que son los conceptos emocionales y morales; no los comprende y quiere implantar los de la metrópolis. No entiende el trato de su padre a los guineanos.

¿El maderero trata mal a los trabajadores, de forma despótica?

—Los trata en consonancia con el sistema colonialista. El colonialismo no fue una llegada de igual a igual: existe un efecto de superioridad del blanco sobre el negro. El colono desembarcó con un sentimiento de superioridad en lugar de empatía e igualdad.

¿Usted es un capataz malo?

—Soy un capataz que lucha por la igualdad de derechos y lograr un buen trato para los trabajadores. Los habitantes de Guinea Ecuatorial, cuando llegaron los primeros colonos, no entendían qué era el racismo. Vino gente de fuera y los naturales intentaron recibirlos de la mejor manera posible; a partir de ahí, el resto es historia.

¿Hay amor, violencia, suspense, acción?

—Atrapará al público porque explica un hecho histórico. Pienso que todos, en la vida, tenemos que reconciliarnos con nuestros pasado, nos guste o no. Esta serie reconcilia y muestra el pasado de España, que es un país viejo y, como tal, tiene mucho que contar. Hay historias de amor, amor interracial -aunque odio la palabra razas-; historias de amor entre personas de colores distintos, lo que las convierte en un conflicto. Estamos en 1946, pero es un problema que existe en 2021. En la actualidad todavía hay gente que no ven bien las relaciones entre personas de diferente color, lo que me parece una barbaridad.

¿Cuándo actuará en Mallorca? Su primo, Armando Buika ya lo consiguió.

—Es algo que tengo pendiente. No me sentiré completo del todo hasta que no trabaje en casa. Es lo que más miedo me da. Cuando vives fuera, te permites más cosas, pero cuando regresas a Mallorca eres tú en esencia y, de repente, actuar para gente que me conoce, me mete como cuatro niveles más de dificultad.

¿Ha tenido posibilidad de trabajar en alguna serie de IB3?

—Hace tiempo sonó la posibilidad de participar en una serie, pero no fraguó. Siempre rozo el palo, pero la pelota nunca acaba dentro. Insistí mucho para estar en La Caza. Tramuntana y no salió. Ahora solo me falta representar a un mallorquín.

Nadie es profeta en su tierra.

—He hecho lo más inverosímil: nunca imaginé que, siendo actor y negro en España, iba a interpretaría a un bubi. Mis padres son bubis de Guinea Ecuatorial, que es como ser mallorquines, ya que habitan la isla de Bioko, lo que fue un orgullo para mí. Ahora represento un fang, la etnia mayoritaria y que habita la parte continental de Guinea.

Entonces solo le falta dar vida a en Pep de Sa Sínia de Petra o en Jaume de Cas Sogre de Sineu.

—Me encantaría. Lo que me ha enseñado esta profesión es que los colores no importan; las procedencias, en cierta forma, son importantes para quien las quiera sentir; y que lo realmente importante son las historias que se cuentan.

¿Cómo ve el futuro de la profesión?

—Lo que me ha enseñado la pandemia, el confinamiento máximo y esta locura social es a vivir al día. Pensar en el futuro es, no voy a decir que absurdo, pero hay que dedicarle el tiempo justo y vivir el presente. Durante el confinamiento he aprendido que da igual lo que planees porque llegará un virus que lo trastocará todo. No hay que buscar ser más cautos sino más fuertes para aguantar lo que venga.