Ya ha tocado en Mallorca antes, ¿qué recuerda de la Isla?
— Tuve un concierto maravilloso allí y también paseos extraordinarios porque me hospedé cerca del mar. Recuerdo que fue muy inspirador y recuerdo esas sensaciones sobre todo. Mallorca es un lugar maravilloso y espero que lo puedan mantener así.
¿Alguna pista de lo que tocará en Son Amar con su cuarteto?
— ¡Lo sabréis esa noche! Somos músicos profesionales y serios que nos ponemos en la cuerda floja. Por eso tocamos desde la inspiración y el consuelo.
Ha dicho que durante el confinamiento no lo pasó tan mal, ¿a qué se debió?
— Bueno, a veces mi camino es algo diferente. He tenido una vida muy activa desde que era un niño, y poder tomar un descanso fue bueno. Gozo de buena salud y de gente que me cuida, por lo que agradecí en cierto modo ese parón, aunque ya estoy preparado para volver al ruedo.
¿Cómo es volver a tocar frente al público?
— No sabía cómo sería, pero poder volver a explotar esa oportunidad de contar la verdad desde el escenario es maravilloso. A mí me encanta tocar y, sobre todo, hacerlo en directo porque tienes la comunión con el público. Mi objetivo es llegar hasta las almas de la gente y poder tocarlas. En eso van mis esfuerzos porque vengo de una tradición muy rica que va en esta dirección.
Hablando de esa tradición, ¿cómo le influyó criarse en una ciudad tan musical como Memphis?
— Muchísimo, claro. Crecí entre los maestros del blues y los inteligentísimos músicos jóvenes de jazz inspirados por ellos. Yo me moví en ese ambiente y pude ver cómo el blues podía hacer temblar edificios y alcanzar el alma de la gente. Mi mejor amigo en esa época era el gran Booker Little, y sus composiciones tan especiales me influyeron mucho. Era una mezcla muy rara porque al ser el Sur había mucho racismo, pero teníamos nuestro propio mundo. Yo vengo de esa tradición, de los que tocaron antes que yo, y sigo siendo ese joven que quiere tocar las estrellas.
¿Qué fue lo que le atrajo del saxofón?
— Fue el saxo el que resonó hacia mí. Siendo niño fui a un desfile y había una banda tocando y al ver el saxo dije: eso es lo que voy a tocar. Cuando eres un niño no sabes mucho, pero sí sientes, y yo sentí que el saxo me hablaba desde otro mundo.
¿Y qué hay de la música? ¿Qué tiene que hace que merezca la pena dedicarle la vida entera?
— La música es una bendición. A mí me mantiene joven y hace los sueños realidad. Yo tengo sueños en los que vuelo por el aire, y la música es capaz de hacer que eso ocurra. Y lo hace porque ocurre en otra dimensión, nos eleva, y creo que es un regalo del creador. Además, la música es capaz de unir a todos los seres humanos, lo he visto toda mi vida, que por fortuna no ha sido una vida normal, que puede ser aburrida. La mía, ha sido una vida espiritual, y tengo el beneficio de la experiencia, porque he estado aquí mucho tiempo, y puedo decir que lo espiritual se traduce en lo que toco.
¿Qué puede lograrse a través de la música?
— Lo que yo intento es cambiar el mundo. Soy un soñador, no un político ni nada de eso, pero todos los sufrimientos me molestan y no sé por qué pero tengo la oportunidad de hacer música, y es nuestra oportunidad de contar nuestra historia y dar nuestra verdad.
Tras una carrera tan larga, ¿hay algo que haya aprendido que le gustaría compartir con los músicos más jóvenes que arrancan sus carreras?
— Sí, lo cierto es que sí. Que toquen música solo si la aman y que sean sinceros en lo que hacen. Solo así pueden llegar a ser bendecidos y, además, deberían escuchar con atención a los que estuvieron antes que ellos tocando e hicieron su contribución, pero lo principal, lo más importante de todo, es que toquemos la música que amamos. No por negocio o por dinero, sino por sentimiento, y siempre debería ser así.
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