El arquitecto mallorquín Xisco Llabrés lleva 17 años trabajando en la Sagrada Família de Barcelona. | Sagrada Família

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Verano de 1995. Tras haber hecho la selectividad en Palma, Xisco Llabrés viajó a Barcelona para visitar a unos amigos. Aquellos días había llovido y, llegando a la Sagrada Família, sobre la calle de Mallorca, en un charco vio reflejada la fachada del Nacimiento. Es una imagen que no ha borrado su mente, por la sensación que le causó levantar la mirada del efímero espejo y contemplar la magnitud de aquella cara del templo. Luego, dentro, en el museo, una pequeña maqueta, en 15x15, de la obra completa lo hacía consciente de lo tremendo que era aquel proyecto. «Entendí que la Sagrada Família no era solo la fachada del Nacimiento. De hecho, era la más pequeña de todas», comenta.

Aquel día, Llabrés no sabía si estudiaría Arquitectura o Ingeniería, las dos opciones que contemplaba. De pequeño, dibujo y plástica se le dieron muy bien, tanto como las construcciones con el juego de Tente. Desconocía aún su nota de selectividad, pero había topado con una obra que lo impresionaba.
Llegó septiembre y se matriculó en Arquitectura. También se sacó el carnet de Amic de la Sagrada Família, para poder visitarla siempre que quisiera. «Si venían conocidos a Barcelona, los llevaba a verla y les explicaba cosas, todo de cosecha propia que buscaba en bibliotecas. Apenas había información sobre la Sagrada Família, ni sobre Gaudí. En la carrera no me hablaron de nada de ello». Pero él, en asignaturas optativas aportaba fotografías y buscaba vínculos con el templo, mientras descubría al arquitecto y escultor que había detrás.

Obras

En el 2002, las obras tomaron ritmo y la Sagrada Família ganó presencia en la conciencia colectiva. Llabrés había acabado la carrera y hacía un máster de rehabilitación de estructuras, cuando asistió –como amigo del templo– a la inauguración de las nuevas escuelas de la Sagrada Família. Allí encontró a una compañera de carrera que le dijo que trabajaba en las obras del templo. Aquello fue su punto de inflexión. Si alguien que estudió con él podía, quizás también él podría. Y envió su currículum. El actual arquitecto director, Jordi Faulí, lo entrevistó, mientras le explicaba soluciones de Gaudí en un paseo por el templo que el candidato mallorquín vivió como un privilegio. En aquel momento, sin embargo, no necesitaban a nadie. Pero, dos años después, Faulí lo llamó para ofrecerle trabajo. Y desde entonces, Xisco Llabrés lleva 17 años levantando el templo. Empezó con las bóvedas del ábside, a 30 metros de altura. Ha sido responsable de la torre de la Virgen María –menos del terminal–, y de la finalización de la fachada de la Pasión. Hoy es responsable de los edificios que faltan en la calle de Provença, la capilla de la Assumpta y la Sacristía.

Aprendizaje

Trabajar en la obra de Gaudí es un aprendizaje constante, donde todo tiene un porqué. «Hemos ido viendo cómo solucionaba cubiertas, ventanas y capiteles en sus construcciones, entre ellas la Catedral de Mallorca. Y cómo experimentaba otras, como las columnas inclinadas de la colonia Güell. Todo le servía para aprender lo que aplicaba en la Sagrada Família», explica Llabrés.

En Mallorca, cuenta, hay buena muestra de ello, de lo que él hizo, y de la obra de sus colaboradores. «En la iglesia nueva de Son Servera, obra inacabada del cooperador de Gaudí, Joan Rubió i Bellver, reconozco la Sagrada Família por las puertas, la forma del altar y las capillas que lo envuelven. Veo la forma de los arcos igual que en el interior de la fachada del Nacimiento. Es el primer Gaudí. En 1906, Rubió se separa de Gaudí y evoluciona diferente, pero en aquel momento las soluciones en la iglesia son las mismas. Ves la huella de Gaudí, igual que en el edificio del banco de Sóller, y en la fachada de su iglesia, una huella muy fuerte que la Seu recoge muy bien».

Mallorca

Xisco Llabrés no perdona su mes de vacaciones en la Isla, y regresa a Barcelona «con las maletas llenas de galletas de Inca y sobrasada», dice, emocionado aún tras la culminación en diciembre de la torre de la Virgen, su terminal y la estrella. «Quedan pocos años para ver el final de la obra, como mínimo de las torres. Es una meta que todos esperamos con ganas».