Ambicioso, enigmático, frágil, solitario, visionario y lascivo... Todos los adjetivos cuadran con Michael Jackson, un artista con una personalidad atormentada que pulverizó los registros de ventas y reinventó la forma de sentir la música, desplazándola al campo audiovisual. Jackson fue el último renacentista del pop, un genio vanguardista, polémico y hereje, víctima de sus hábitos, cuya huella en la historia jamás se difuminará. This is Michael muestra el reverso frenético y lleno de ritmo de Michael Jackson, en un montaje que recala hoy (21.30) en Trui Teatre coincidiendo con el 40 aniversario del lanzamiento de Thriller, su gran obra maestra.
Lenny Jay, reconocido por haber transitado toda Europa con un musical sobre el rey del pop, conduce este montaje de más de dos horas, cuya presencia en Ciutat aprovechamos para repasar la obra y milagros del artista.
De cuanto se ha dicho y escrito de Michael Jackson, uno de los análisis más certeros fue el de Egberto Willies, un joven próximo al astro, que en declaraciones a la CNN afirmó: «Amaba a Michael, odiaba a Michael; admiraba a Michael, me avergonzaba de Michael». A pesar de la polémica que le persiguió en sus últimos años, de sus extravagancias y de su narcisismo crónico, el mundo sigue respetándole por su enorme contribución musical. Para entender mejor su huella es necesario catapultarse a 1982, el año que marcó un punto de inflexión en su carrera. Jackson se propuso revolucionar la música con el lanzamiento de un arriesgado y ambicioso proyecto: Thriller. Un disco que cuatro décadas después sigue sin tener un tema predominante ni un estilo cohesivo. Suena como un maridaje de singles, como un precoz greatest hits. Era justamente lo que perseguía, concebir una colección de canciones pensadas, todas ellas, como hits. Cada una llega a un target masivo de público.
Jackson había alineado todos los astros para dar forma a un corpus de canciones nacidas con una pasión, ritmo y métrica intachables. Clásicos instantáneos que desvelaban la enorme sensibilidad de quien las había compuesto. Y aunque sus letras no tenían un calado socio-político ni reflejaban aspiraciones literarias -tan solo la desmedida ambición de su autor-, bastaron para someter al mundo en un consenso sincero que conectaba con los sueños y aspiraciones más comunes.
Y entonces llegó el fatídico 1993, año en el que su mundo saltó por los aire tras ser acusado de abusar de un joven de 13 años. Como vivía rodeado de niños los cargos se hicieron demasiado creíbles. Veinte millones de dólares acallaron a los padres del chaval, pero no a la opinión popular, que adivinaba en aquel pago la admisión de culpa. Ese episodio dañó profundamente su imagen, que trató de lavar dándole un marco heterosexual casándose con Lisa Marie Presley, hija de Elvis. Pero, como su affaire con los niños, aquel matrimonio nunca resultó creíble.
A trece años de su muerte, su descomunal contribución ha barrido cualquier rastro de polémica. Quizá sea mejor quedarse con la cara amable de un artista que modernizó el pop, llevándolo a un plano más inclusivo, que podremos recordar en This is Michael, un montaje enriquecido con sus temas más representativos y una selección internacional de bailarines, cantantes y músicos.
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