Joan Carles Palos, miembro de la Associació d'Amics de les Bandes Sonores, posa con algún material sobre John Williams. | Clara Ferrer

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Con cinco premios Oscar y 52 nominaciones, John Williams (Nueva York, 1932) apenas necesita presentación. Su nombre figura en películas de culto como El violinista en el tejado, Tiburón, La lista de Shindler o en la saga Star Wars y, sin duda, «es uno de los compositores vivos más emblemáticos», pues tiene 92 años y continúa trabajando como compositor y director. Lo afirma Joan Carles Palos, miembro de la Associació d’Amics de les Bandes Sonores, que este miércoles ofrecerá una conferencia centrada en la música de Williams en el cine bélico, puesto que, es tal la magnitud del trabajo del artista que «hay que abordarlo por partes». La charla, titulada La batalla de Hollywood, se llevará a cabo a las 19.00 horas en el castillo Sant Carles de Palma y las entradas ya están agotadas.

El primer disco de Williams que se compró Palos fue el de Tiburón, cuando el periodista apenas tenía 11 años. «Fue mi primer amor musical», recuerda Palos, que desde entonces, hace 48 años, colecciona música de cine. «Todos los de la Associació d’Amics empezamos a coleccionarla durante nuestra adolescencia a través de elepés, que ahora vuelven a estar de moda. Los escuchábamos solos o en compañía, pero no fue hasta que cumplimos 18 o 19 que comenzamos a coincidir todos, como si saliéramos de la clandestinidad. Fundamos la asociación en 1989, convirtiéndonos en la primera de este tipo en España».

Así que cuando desde el castillo Sant Carles les propusieron a la Associació organizar alguna conferencia, tuvieron claro que Williams y su trabajo en el cine bélico, que «ocupa la mayoría de su filmografía», bien lo merecía. Por cine bélico, aclara Palos, se entiende todos aquellos títulos que hacen referencia a algún conflicto bélico del siglo XX, como las dos guerras mundiales, pero también la Guerra de Vietnam o la de Corea.

En este sentido, el primer título en el que participó Williams fue en los años 60 y la ópera prima de Frank Sinatra como director: Todos eran valientes. «Es una buena película de trasfondo antibelicista, pero mucha gente no la conoce porque no ha trascendido, el tiempo le ha pasado por encima».

Poco después, en 1968, llegaría Sargento Ryker, de Buzz Kulik; La batalla de Midway, de Jack Smight (1976), 1941, de Steven Spielberg (1979); El imperio del sol, también de Spielberg (1987); Nacido el 4 de julio, de Oliver Stone (1989), La lista de Schindler, Salvar al soldado Ryan y Caballo de batalla, todas ellas de Spielberg, de 1993, 1998 y 2011 respectivamente.

Diferencias

Según reconoce Palos, son obras bastantes diferentes. «Filmes como Todos eran valientes o Nacido el 4 de julio que tienen un carácter marcadamente antibelicista, mientras que otras enaltecen valores personales que imperan en el estamento militar, como el valor, la fidelidad, la entrega, el sacrificio o el compromiso. En el caso de la cinta de Stone, el personaje de Tom Cruise nace un 4 de julio y evoca todos los 4 de julio que vive desde pequeño, viendo a los héroes de la Guerra de Corea y de la Segunda Guerra Mundial hasta que los ve como asesinos de niños. Muestra la cara y la cruz de la sociedad», compara.

Otro ejemplo: «Salvar al soldado Ryan y La batalla de Midway son muy distintas porque la segunda busca un espectáculo a partir del hecho bélico y resalta esos valores y la marcialidad de la acción. En cambio, la primera es más bien al contrario: al principio, cuando se narra el desembarco en Normandía, no hay música, solo el sonido de las balas en lo que es una banda sonora no musical que impacta al espectador. Después, la música arranca cuando termina esa violencia y empieza la búsqueda del soldado que, a su vez, es un símbolo de esperanza».

En cuanto a la música, Palos señala que, al tratarse de cine bélico, la mayoría de bandas sonoras están marcadas por marchas militares y ritmos que evocan la guerra, así como por el protagonismo de percusión e instrumentos de viento madera o viento metal».

Por otra parte, llama la atención sobre cómo se relaciona música e imagen. «En algunos fragmentos, la música sitúa al espectador al lado opuesto de lo que describe lo que ve. Así, a veces se muestran escenas especialmente violentas o incluso sanguinarias con música más tranquila y pausada que dan a entender que aquello que se enseña no es algo normal. La intención no es tanto subrayar esos momentos, sino anular, en cierta manera, esa violencia», concluye.