Gerard Quintana (segundo por la izquierda) es el carismático líder del conjunto nacido en Girona. | S.C.

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Sopa de Cabra posee un directo enérgico e infatigable, con una puesta en escena sencilla pero coqueta, y un puzle de luces que acompaña cada atronadora nota que sale de sus instrumentos. Si nos ceñimos a la música en catalán, hoy en día ni Manel, ni mucho menos el fenómeno en retroceso de Els Amics de les Arts, pueden juntar a miles de personas fuera de Catalunya. Solo ellos. Y lo curioso –por no decir heroico– es que ya lo hacían hace 35 años.

Nada en el conjunto gironí suena impostado, sino hijo tan legítimo de su filosofía de vida como cuando irrumpían en aquel remoto 1989 de la mano de un repertorio, inspirado en el rock de los setenta, que hoy constituye un género propio.

Gerard Quintana y compañía aterrizarán mañana por la noche con todo vendido en la plaza de toros de Alcúdia como parte de su nueva gira, Ànima. Sin embargo, serán los mallorquines Cabot los que alzarán el telón de la velada, a partir de las 22.00 horas.

Reencuentro

‘Més lluny de les muntanyes / jo vull trobar un racó / per viure sense pressa i ser a l’ombra del teu cos / si et quedes, aaaaah, si et quedes amb mi’ cantará Quintana observando cómo la gente se va volando tras la canción, como una cometa se encumbra en el firmamento dejando tras de sí un hilo zigzagueante.

El reencuentro de los ‘Sopa’ con la parroquia mallorquina es una cita condenada de antemano al triunfo de las emociones. Rostros jóvenes y veteranos se citan en sus shows para cantar unos himnos que mantienen el mismo punto costumbrista y cercano, logrando que la identificación con el público sea completa.

Y luego está esa deliciosa rutina con la que descorchan cada directo, al grito de Bona nit malparits! con el que, desde el inicio de los tiempos, Gerard Quintana comienza cada aquelarre de poesía y electricidad de Sopa de Cabra.

Tras su habitual grito de guerra, el conjunto descargará su arsenal de éxitos, un setlist con una treintena de canciones que rondan las dos horas de duración, intercalando su cosecha más reciente con sus clásicos inoxidables, convertidos ya en clichés del rock catalán, un devocionario reflejado en Jimmy Hendrix, The Rolling Stones, Bob Dylan y Led Zeppelin.