Imagen de las piezas requisadas expuestas por la Guardia Civil tras su incautación el pasado mes de octubre. | Guardia Civil

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Tras la apariencia de una inofensiva jubilada alemana, afincada en la Isla, se esconde la autora de uno de los mayores expolios de piezas arqueológicas halladas en los últimos años en nuestra comunidad. Concretamente, se trata de 1.500 monedas romanas y árabes, piezas de cristalería, espadas, ánforas y lucernas romanas, algunas de ellas, de finales del segundo milenio antes de Cristo, de unos 3.000 años aproximadamente. Así comienza la crónica de una operación policial a cargo del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil.

El teniente, jefe de este organismo de la Benemérita en Baleares, Francisco Manuel Díaz, ha explicado a Ultima Hora, que estas joyas arqueológicas probablemente hayan sido extraídas de diversas localizaciones de Mallorca, tanto en yacimientos subacuáticos como terrestres, aunque «no se descarta que también puedan provenir de otros lugares», añade el teniente.

Esta historia se remonta a finales de octubre en el aeropuerto de Son Sant Joan, donde la mujer iba a tomar un vuelo rumbo a Alemania, cuando los agentes de la Guardia Civil sorprendieron a la germana con miles de restos arqueológicos. «No teníamos ninguna sospecha de ella, simplemente iba a pasar el equipaje a través del filtro del aeropuerto y ahí la interceptaron con dos bolsas de monedas, que pretendía tasarlas en su país de origen y sacar un beneficio», afirma Díaz.

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El teniente Francisco Manuel Díaz. Fotos: PILAR PELLICER

A raíz de este hallazgo, el Servicio de Fiscal y Fronteras, intervino estos objetos históricos y trasladó el caso al Seprona, que asumió la investigación en colaboración con la Dirección Adjunta de Vigilancia Aduanera (DAVA). Como resultado del operativo, los agentes realizaron varias gestiones e inspeccionaron el domicilio de la jubilada, encontrando el resto de piezas que fueron intervenidas.

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Inventario

Según ha confirmado el jefe del Seprona en Balears, «el Museu de Mallorca custodia ahora, bajo precinto hasta que se concluyan las diligencias, estos restos arqueológicos sobre los que el Servicio de Patrimonio Histórico del Consell de Mallorca realizará un inventario y estudio preliminar, para conocer el valor científico e histórico de cada uno de ellos», detalla.

¿De quién son propiedad? Es una de las cuestiones más comentadas por la población. El teniente, explica que «según la Ley 16/1985, de 25 de junio, el Patrimonio Histórico Español, son bienes de dominio público todos los objetos y restos materiales que posean los valores necesarios y sean descubiertos en excavaciones, remociones de tierra u obras de cualquier índole o por azar, es decir, que son del conjunto de la sociedad», aclara el teniente.

Los hechos han llevado a la sexagenaria a enfrentarse a un delito contra el patrimonio histórico, que puede conllevar distintas penas, según el Código Penal: «Toda aquella persona que cause daños en bienes de valor histórico, científico o artístico, etc, o en yacimientos arqueológicos, puede ser condenada de seis meses a tres años de prisión o a una multa de doce a veinticuatro meses. En caso de haber provocado destrozos de especial gravedad, la pena sería superior. En todos estos escenarios, los jueces o tribunales podrán ordenar, a cargo del autor, la adopción de medidas encaminadas a restaurar, en lo posible, el bien deteriorado», explica el jefe del Seprona en el archipiélago.

El teniente recordó la última vez que se encontraron con un caso semejante. «Fue en octubre de 2019, en una operación en la que se incautaron diversos objetos de cerámica obtenidos de constantes expoliaciones en yacimientos arqueológicos subacuáticos», evoca el guardia civil que también informa que «en caso de encontrarnos con piezas de este tipo, debemos llamar al 062 e informar de los hechos con la mayor inmediatez para que se realicen las gestiones procedentes».

MALLORCA. ARQUEOLOGIA. Expolio bajo el mar.
Un buzo durante unas labores en una excavación subacuática.

En cuanto al valor de las joyas arqueológicas que portaba la mujer, Díaz apunta que «es incalculable. Lo peor de todo, es que hemos perdido la privación de la ciencia, de poder estudiar el entorno donde se encontraban estos restos, porque de nada nos sirve a nosotros tener esas piezas si no sabemos dónde se pueden ubicar y examinar todo lo que hay a su alrededor. La investigación continúa en marcha», concluye.