El arqueólogo Jaume Deyà, director de las excavaciones en el yacimiento de Almallutx, en el embalse del Gorg Blau, valora los expolios marítimos subacuáticos y los provocados por los aficionados a los detectores de metales como los «más preocupantes» a los que se enfrenta la comunidad actualmente. De hecho, el propio Almallutx sufrió hace escasas semanas un nuevo expolio en el que se sustrajeron huesos humanos, algo que «carece de valor» y que cuesta entender.
En líneas generales, no obstante, considera Deyà que «no hay tanto como antes» en cuanto a las expoliaciones. «De los años 60 a los 90, e incluso los 2000, hubo mucho más que ahora», detalla el mallorquín que juzga que el afán de coleccionismo es el principal motivo para estas actividades y cree que hay una «falta de conocimiento del valor de los elementos» que se suma a una suerte de «derecho moral» de muchos expoliadores que, ante una supuesta pasividad de la administración pública y ante el riesgo de «que se pierdan» estos objetos, deciden actuar ellos. Por otro lado, el mercado negro, que lo hay y sigue activo, es también otro motivo.
Sobre el millar de piezas incautadas a la jubilada alemana en el aeropuerto, valora Deyà lo siguiente: «Diría que el 90 y pico por ciento de ellas no son de Mallorca» y sugiere que, lo más probable, es que se trate de «una colección privada» formada durante años «comprándolas en mercadillos o incluso en Consell», pudiendo ser muchas de ellas de expolios de hace décadas, cuando la ley era más laxa o incluso nula en la materia.
En cualquier caso, Deyà opina que tiene que haber un «control», dentro de lo cual entra la actuación policial, aunque lamenta la falta de caso recibido por parte de la administración ante los expolios en Almallutx, «que hemos denunciado constantemente y nunca se han puesto en contacto con nosotros directamente para coordinarnos», indica.
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