La respuesta es que ni una ni la otra. Las ha habido, sí, y su importancia ha sido obviada, ignorada o, en algunos casos, negada injustamente, causando unos vacíos epistémicos (huecos en el conocimiento). Para ayudar a hacer justicia en este ámbito llega Mujeres en la filosofía (Editorial Sindéresis), editado por Noemí Sanz Merino, profesora del departamento de Filosofía i Treball Social de la Universitat de les Illes Balears (UIB), que reúne en este título colaboraciones de colegas para rellenar vacíos y dar a conocer el pensamiento de las mujeres así como la reflexión feminista.
Iniciativa
La propia Sanz detalla que todo surge de un proyecto de innovación docente planteado por Joan Lluís Llinàs, también profesor de la UIB e investigador del Grupo de investigación Pensamiento Moderno y Contemporáneo Epokhé. Llinàs propuso formas de mejorar las asignaturas en virtud de contenidos, ya fuera incluyendo filósofas así como perspectiva de género. Cabe destacar que en todo el departamento de Filosofía de la UIB solo hay tres docentes mujeres, por lo que Sanz valora de «loable» emprender una iniciativa así.
De todo este proyecto surgieron unas jornadas llamadas Dona i Filosofia, las «primeras de otras», espera Sanz, que constituyeron charlas sobre el papel de la mujer filósofa en la historia del pensamiento que ahora se recopilan en esta publicación. Advierte Sanz de que «no están ni de lejos todas las filósofas ni los especialistas dedicados a estos temas, pero es una muestra significativa que incluye a muchas que no son siempre conocidas».
Sanz explica que la idea del proyecto es clara: «Dar visibilidad a filósofas o intelectuales mujeres que contribuyeron a la propia filosofía», haciendo hincapié en que no fueran «las de siempre», destaca la profesora. A su vez, les interesaba abordar «la mujer como objeto filosófico», algo que «dentro de la propia academia genera sesgos» a través de filósofos que han dado una imagen de la mujer que perpetúa los estereotipos.
Perspectiva de género
En relación con esto último, las diferentes aportaciones del libro también atienden a «las perspectivas de género o feministas como filosofía con derecho propio», ya que «hay estudios de género y filosofías feministas que son filosofía en sí misma».
Así pues, el libro permite hacerse una idea de los vacíos epistemológicos que ha habido a lo largo de los siglos que no solo se han visto traducidos en ideas acalladas o ignoradas, sino en mismos campos del conocimiento que han sufrido lagunas importantes, como el «mismo cuerpo de la mujer que no fue estudiado desde la medicina, lo que provocó que muchas enfermedades típicas de la mujer no se trataran ni diagnosticaron».
Finalmente, aunque no por ello menos importante, otro objetivo del proyecto es denunciar la situación de la academia hoy. «Aquí está a años luz, es obvio». Según los datos, «hace 20 años las mujeres estaban por debajo en un 33 contra un 66% y ahora es de 43 casi 44%» en la universidad española, no obstante, si hablamos de catedráticas, la cosa cambia: «Está en el 13%». Ello a pesar de que los alumnos están repartidos de forma paritaria.
Precisamente pensando en las alumnas se ha creado también este proyecto y este libro, ya que «necesitan referentes» en un entorno como es, por poner un ejemplo, el de la UIB en su departamento de Filosofía que, insistimos, cuenta con solo tres profesoras. «Si tú no veas una profesora no te imaginas tu vida académica, pero si la hay te reflejas», valora Sanz.
En conjunto, los diferentes textos que reúne el libro «cumplen uno o varios de estos objetivos» que se han comentado, ya sea desde el efecto Matilda (atribuir a hombres los logros de mujeres como el caso de Trotula de Salermo o Marie Curie, por ejemplo) o la misma revisión de los sesgos de género en la propia historia de la filosofía, escrito por Núria Sara Miras Boronat; la visión de Schopenhauer sobre las mujeres; la contribución de María Zambrano al pensamiento español; el valor y la importancia de la filosofía feminista de la ciencia.
Y obviamente todo ello con el peso de fondo de la propia filosofía como herramienta para pensar, como medio para filtrar el mundo y problematizarlo. «La filosofía ha de contribuir», juzga Sanz, que añade que «el razonar, el argumentar, tiene que abrirse los espacios que se han ido cerrando y contribuir a que se vuelvan a abrir».
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