El actor, presentador, músico, compositor y director de 'Godspell', Emilio Aragón. | Pilar Pellicer

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Emilio Aragón requiere poca o nula presentación. Acompañante desde siempre en la pequeña pantalla de los españoles en programas como El gran juego de la Oca o, sobre todo, la serie Médico de familia, es de sobra conocida su pasión y dominio de la música y su versatilidad ante las cámaras y sobre los escenarios. Ahora, de la mano de su amigo y colega Antonio Banderas, Aragón produce y dirige Godspell, un musical clásico del mítico John-Michael Tebelak que tiene una especial conexión personal con el hijo de Miliki. Se trata de un texto que se basa en el Evangelio de sAn Mateo desde un punto de vista moderno y renovado que aboga por los valores de la tolerancia, el respeto al diferente y la esperanza. La obra, que reúne a una decena de actores con música en directo, llegará al Auditòrium de Palma del 16 al 20 de enero.

¿De qué trata Godspell?
— Habla sobre todo de la esperanza y del amor. Es una obra que se basa en el Evangelio de San Mateo, pero va mucho más allá, y lo divertido es que es un gran cajón de sastre y, además, lo que se va a ver aquí no tiene nada que ver con lo que se ve en Estados Unidos.

¿Cómo le llega este proyecto que produce junto a Antonio Banderas?
— La verdad es que cada vez creo menos en las casualidades. Durante la pandemia, estando confinados, me llamó Fernando Pérez para pedirme hacer un programa de televisión para Movistar. Le dije que ya no hacía nada de cámara, pero mi familia me regañó y pensé que tenían razón. Así que al final accedí e hice BSO con Movistar, solo ocho programas, y a uno vino Antonio [Banderas]. Al acabar, hablando, le comenté que mi hermana había estado en la primera compañía de Godspell en España, en el 73, y que sería bonito hacerlo de nuevo y me dijo que justo estaba firmando los derechos de esta obra.

¿Qué se encontrará el espectador que vaya a ver Godspell?
— Un espectáculo que invita a muchas cosas, pero sobre todo a la reflexión. El público se va a divertir mucho, se va a emocionar, y en algún momento tendrán que sacar el kleenex, y será inevitable hacerse preguntas. Nos pone un espejo y nos recuerda cosas, valores universales que no pertenecen a nadie, pero son fáciles de reconocer. Y en estos tiempos tan complicados, de tanto ruido y con la política colándose en cada conversación, Godspell es un bálsamo, un masaje al corazón.

¿Cómo ha sido el proceso de creación de la obra?
— Estuvimos dos meses encerrados en un plató a las afueras de Madrid e hicimos el ejercicio de trabajar desde cero, que es lo más interesante. Pedía a los actores y ellos me entregaban algo mejorado. Yo utilizo el símil de la orquesta: puedes tener una partitura muy buena, pero si los instrumentos están desafinados, no sonará bien. He tenido la suerte de contar con actores y actrices maravillosos y con un espíritu siempre a favor que no me dijeron que no en ningún momento. Luego ha habido gente que nos decía que hacíamos playback y pensamos que eso es bueno porque significa que sonamos muy bien. Hace 30 años era muy difícil conseguir actrices y actores que bailasen y cantasen y hoy la buena noticia es que puedes elegir.

¿Cuáles son los valores que transmite la obra?
— La humildad, ayudar al otro, la verdad con mayúsculas. Hay un pilar que es el amor. El amor a tu trabajo, a tu amigo, a tu familia.Sin eso no hay nada y es algo que te recuerda continuamente la obra y, planeando sobre ella en su conjunto, está la esperanza, que es lo último que se pierde. Sobre todo si echamos la vista atrás y vemos lo sucedido en Valencia, de donde venimos ahora, es emocionante que la respuesta de la sociedad ante la tragedia de la DANA ha sido unánime. Eso da esperanza.

¿Qué opina, por otro lado, del humor clásico y su espacio en la televisión de hoy en día? ¿Se ha perdido?
— Los tiempos cambian. La comedia es como una canción o como una obra de teatro: si es buena, el público la escuchará o irá a verla. Esta idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor no es cierta, es solo pasado, y ahora vivimos tiempos y momentos en los que se podría hacer perfectamente comedia blanca y funcionaría. El ejemplo lo tienes en Rowan Atkinson que hace a Mr. Bean y sigue funcionando o a Tricicle, que si se suben a un escenario siguen haciendo reír a la gente con un tipo de comedia que es inteligente y blanca.