Una niña recuerda cuando la operaron de apendicitis y soñó con el cielo, un cielo muy azul. Así fue como el doctor acabó operando al cielo de apendicitis, haciendo emerger una enorme cicatriz roja que atravesaba el cielo azul. Así empieza La vuelta al cielo (Duomo Ediciones), cuento del escritor Daniel Pennac que recorre doce emblemáticos cuadros deJoan Miró, que falleció tal día como ayer hace 41 años.
La vuelta al cielo surge, según explica a Ultima Hora Pennac, de una propuesta de la Reunión de Museos Nacionales. «Me encargaron escribir un texto para presentar varias telas de Miró, pero aquellos que me hicieron esa proposición ignoraban que Miró es uno de mis pintores favoritos», celebra. Así fue como surgió este cuento, en el que un padre y una hija juegan a inventar una historia a partir de los célebres cuadros de Miró, como una granja llena de animales, una luna azul o un cielo inmenso, con obras como Huerto con asno (1918), Mujeres en la noche (1946), Retrato de la señora Mills en 1750, Tierra labrada o La Masía, entre otras.
Con todo, Pennac recuerda que tal vez el cuento empezara mucho antes. «Conocí a Miró en mi juventud, en la Fundación Maeght de Saint Paul de Vence. Aquel día estaba admirando su Azul II cuando un hombre también lo miraba, de pie junto a mí. Estábamos los dos en silencio. Finalmente, le dije: ‘Qué belleza, ¿eh?’ El hombre esbozó una pequeña sonrisa y me respondió: ‘Bastante bien, sí’. Y se alejó lentamente. ¡Resulta que era Miró! No lo conocía. La magia, el humor, la ligereza, el cuento... todo ya estaba allí», relata con ilusión.
De hecho, asegura que soñó mucho con ese cuadro, algo que transmitió también a sus estudiantes. «En los años 70, proyecté la tela en una de mis clases a alumnos de diez años, que se iniciaban en la pintura, y les propuse escribir historias automáticas en un estado de admiración que rozaba la hipnosis. Estaban extraordinariamente entusiasmados», evoca.
Infancia
Sobre si cree que los niños pequeños están más conectados con el arte que los adultos, debido a la pureza de su mirada, desprejuiciada, Pennac señala que «el niño es, ante todo, una mirada; antes de las palabras está la mirada; antes de las frases, los colores y antes de la preocupación crítica, están la inocencia del gesto y el deseo de la huella». Por ello, el autor manifiesta que «si dejan un poco de papel y lápices de colores cerca de un niño comprobarán que la infancia siempre está ligada al arte».
Así las cosas, con este cuento el escritor expresa que aunque sus historias nunca quieren transmitir nada muy explícito, sí que quería contagiar esa «ensoñación común», en este caso, entre un padre y su hija, «como solíamos tener mi hija y yo cuando ella era pequeña». «Esta visión aérea de Miró no es más que le gran vuelo de dos imaginaciones en el espacio fabuloso de Miró. A veces, me parece que Miró inventó el espacio», asegura Pennac.
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