La exposición conmemora en Cuenca los 25 años de los talleres de obra grágica de la galería Maior. | RD

TW
0

La calidad de la obra gráfica editada en los talleres de la galería Maior, con base en Pollença, da cuenta del trabajo realizado por sus creadores, Jero Martínez y el artista Amador Magraner. Hasta el próximo 9 de febrero, la ciudad de Cuenca exhibe la exposición Gráfica contemporánea: 25 años de ediciones Maior, una selección de piezas de esos talleres entre las que se encuentran obras de José Pedro Croft, Miguel Ángel Campano o Susana Solano. Las obras se pueden ver en dos espacios de la ciudad: en la Casa Zavala y en el museo de obra gráfica. Los comisarios de la muestra son Perico Simón y Antonio Alcaraz, profesores de la facultad de Bellas Artes de Cuenca y de Valencia, respectivamente.

La muestra nace de una propuesta de la Fundación Antonio Pérez a raíz de la exposición que se realizó en Mallorca para celebrar los 25 años de Edicions Maior, que mostró buena parte de las piezas que realizaron. Una selección de esas obras se podrán ver en esta nueva exposición.

Curiosamente, el nacimiento del taller está ligado a uno de los comisarios y experto en grabado, Perico Simón, que fue el encargado de poner en marcha el espacio como maestro grabador, colaborando en los inicios del espacio. «El Museo de Cuenca me invitó a realizar una serie de obra gráfica. Ahí conocí a Perico y me gustó tanto su forma de trabajar que le invité a unirse al taller», sentencia Magraner.

Los galeristas se dieron cuenta de la necesidad que tenían los artistas que exponían por Maior de realizar algún proyecto específico. José María Nadal Suau, autor del texto del catálogo de obra gráfica, explica que los creadores buscaban «un contexto artístico estimulante».

El resumen de las piezas editadas por el taller es espectacular; unas 330 obras, realizadas en diferentes técnicas como punta seca, grabado o litografía, y firmadas por autores como Susana Solano, Eva Lotz, A. R. Penck, o Susy Gómez. El interés del espacio era experimentar y no solo producir obra gráfica, pero eso se expandió hacia esculturas seriadas y ediciones de libros de artistas. «Cuando abrimos queríamos centrarnos en cosas experimentales. Nunca realizamos, por ejemplo, ediciones muy largas. Nuestro propósito no era ser una editora al uso. Le dejábamos libertad absoluta al artista, pese a que algunos jamás habían realizado obra gráfica y otros, como Xavier Grau, eran unos maestros», señala Magraner.

Entre los autores que participaron en estos proyectos destacan también algunos escritores, que eran los encargados de los textos que se incluían en las carpetas de obra gráfica. Magraner destaca el caso de José Manuel Broto, cuyo texto corrió a cargo del poeta Biel Mesquida. El autor quiso realizar una obra propia, y en un papel hecho a mano pidió grabar una huella del mismo tamaño del grabado. «Cogió un lápiz de cuatro colores y lo movía según iba escribiendo. De esa manera el texto, que es una maravilla, tiene los mismos colores que los grabados de Broto. Siempre los exponemos juntos», recuerda Magraner, a la vez que añade que otros escritores y poetas formaron parte de estas suites, como fue el caso de la poeta Clara Janés o de la escritora Xesca Ensenyat.

Amador señala que, durante la puesta en marcha del taller, se vivía un momento de efervescencia de la obra gráfica, apreciada en países como Alemania. «Es un lenguaje con diferentes procesos. Hay coleccionistas que compran solo grabados o libros de artista. En España eso ocurre menos», finaliza Magraner.