Al iniciar la explotación de la finca decidieron que, dada la difícil situación del campo menorquín, debían reestructurar toda la actividad y dirigirla hacia un producto de valor y autóctono, que el consumidor final pudiera apreciar. Ambos son conscientes de que con su actividad están ayudando a cuidar el valor principal que tiene Menorca, que es su entorno, tanto por la sostenibilidad como por el aporte paisajístico tan vital para el turismo que viene a conocer la isla.
Y es que liderar un proyecto en el campo menorquín y conseguir hacerlo rentable es toda una aventura que requiere esfuerzo y trabajo, donde no caben concesiones bucólicas sino más bien una dedicación constante para suplir la falta de recursos. “Utilizamos los materiales reciclados y el ingenio cuando no nos llega el bolsillo”, explica Maria Antònia, que acaba de llegar de dejar los niños en el colegio y se calza sus botas para poder ir a ayudar a su marido que está ordeñando las cabras. Como dice Joan, la semana tendría que tener un día más.
PRODUCCIÓN. Después de haber trabajado como administrativa, Maria Antònia Taltavull se quedó sin trabajo en 2007 y decidió dedicarse plenamente a las tareas del campo, asumiendo la gestión de la finca de Torralbet con la complicidad de su marido, que tenía experiencia previa en la gestión de otras explotaciones. El objetivo era reconvertir la finca en una explotación rentable, que a través de la sostenibilidad pudiera recuperar el saber hacer de lo auténtico, con un producto de calidad y proximidad, siguiendo procesos de producción artesanales y tradicionales. Para ello apostaron por renovar las tierras para el nuevo conreo ecológico e introducir ganado autóctono, como las vacas y las ovejas de raza menorquina, o el cerdo negro para engorde. En este periodo de tiempo se han podido beneficiar de un proyecto Leader que les permitió afrontar nuevas inversiones para mejorar la línea de producción con unas nuevas instalaciones para la quesería, en las que realizar la producción de queso de las cabras y ovejas. En este sentido, desarrollan múltiples variedades de queso, utilizando leche cruda y pasteurizada. “Tanto el queso como la sobrasada que producimos la comercializamos en la tienda que tenemos en la propia finca, pero también en los mercados agrarios de Maó y Ciutadella, con un margen que nos permite vivir”, explica Joan. En total tienen cincuenta cabras, cincuenta vacas, ochenta ovejas y diez cerdas, que les obligan a un trabajo de cuidado diario y constante para asegurar una buena producción. “Mediante la explotación de razas y variedades locales conseguimos un producto más adaptado al medio y con mayor valor ecológico”, añade Maria Antonia.
COMERCIALIZACIÓN. El hecho de que la finca de Torralbet esté situada a medio camino de la famosa playa de Macarella, destino obligatorio de cualquier turista, les permite explotar la tienda como un punto de venta constante en temporada alta. “Tenemos una pagina web muy sencilla pero a a través de la cual se acaban poniendo en contacto muchos de estos turistas, que en verano se paran en Torralbet para que en otros momentos del año les hagamos llegar productos que compraron en su momento”, explica Maria Antònia.
Durante el invierno se dedican a producir y elaborar el embutido de las matanzas y también a curar el queso que a partir del mes de junio comercializarán en ferias y mercados locales. La venta de piezas enteras de terneros, cabritos o corderos lechales son otro complemento que también comercializan mediante piezas enteras a restaurantes o distribuidores mayoristas.
Cada fin de semana están en los mercados de verdura de Maó y Ciutadella con toda su variedad de hortalizas y frutas de temporada. “El sábado Joan está en Ciutadella y los domingos me desplazo yo a Maó, porque tenemos tres niños que cuidar”, explica Maria Antònia. El trabajo de comercialización complementa los ingresos de la explotación, aunque detrás también están todas las servidumbres como el etiquetaje, las analíticas de los animales, de los productos alimentarios e infinidad de gestiones, muchas veces burocráticas, que conlleva la gestión y administración de la finca.
El día a día de Torralbet para alimentar el ganado, ordeñar y elaborar el queso, además de la siembra para cultivar las frutas y las hortalizas que producen, lo comparten tanto él como ella y cuentan con la colaboración de sus familias, que también arriman el hombro cuando hace falta. Para todos aquellos trabajos específicos como el embalaje de cereales o los forrajes contratan a profesionales externos.
FUTURO. Dicen que el futuro no está escrito pero con Joan, de once años, Llorenç de siete, y el pequeño Borja de tan solo dos, la razón de ser de todo este esfuerzo está muy definida. “A los niños les gusta la vida que llevamos en el campo y esta es nuestra mayor satisfacción”, explica Maria Antònia. “El mayor ayuda a su padre siempre que puede y parece que a los otros dos también les entusiasma llevar a cabo alguna tarea cuando no están en el colegio”, asegura ilusionada. “Son unos niños que disfrutan más con las cabras que con la play station o el móvil”, añade Joan. “Después de siete años, empiezan a llegar los frutos de toda esta inversión. Nos gusta y disfrutamos de la calidad de vida que nos aporta vivir y trabajar del campo, sin pensar que nos estemos perdiendo otras cosas”, concluye Joan. En la última edición de los Premios Jove Empresari celebrados en el mes de noviembre, fueron finalistas.
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