La familia Pons Miquel se encarga de explotar el yacimiento de Talatí. | Gemma Andreu

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Existe una verdadera preocupación sobre el futuro incierto del campo de Menorca. El impacto de la desaparición de las cuotas lácteas, los nuevos modelos de gestión y la búsqueda de alternativas en el turismo rural o la comercialización de productos autóctonos son un gran puzle difícil de encajar. Sin embargo, también existen miradas esperanzadoras y de futuro, como la que proyecta la familia Pons Miquel de Alaior en la finca de Talatí de Dalt. Un proyecto propio que incluye una explotación ganadera, un alojamiento rural y una actividad cultural que permite pasearse por uno de los poblados más emblemáticos de la prehistoria menorquina. Una empresa rural rentable que integra las tres actividades y cuyo secreto del éxito ha sido poder combinar trabajo, constancia y una clara visión del entorno que les rodea.

ORÍGENES. La finca de Talatí de Dalt, ubicada en el término municipal de Maó, tiene una antigüedad que sitúa su origen como mínimo hace 400 años. En 1990, Bernat Pons decidió adquirir las 63 hectáreas que componen el predio para poder hacer la explotación ganadera. Tenía otras propiedades pero decidió venderlas para poder apostar por este entorno, en cuya vasta extensión albergaba un yacimiento talayótico abandonado que les abría la posibilidad de empezar una nueva actividad.
Pons se había criado en una familia emprendedora cuya vida había estado íntimamente ligada a un entorno rural. Su abuelo fabricaba carros y su padre tenía un taller de coches porque se adaptó a la evolución del mercado. La principal actividad que pusieron en marcha en la finca de Talatí de Dalt fue la ganadera, con la incorporación de diez vacas de raza menorquina y un centenar de ovejas para la producción de carne. Constituyeron una sociedad rural menorquina a través de la que poder realizar la gestión, ya que era la fórmula que mejor se adaptaba al tipo de explotación agrícola que estaban poniendo en marcha. “La carne de vaca roja menorquina y el cordero menorquín tienen unas características muy apreciadas en el mercado y por eso pensamos que económicamente podía ser interesante”, explica Bernat Pons. Durante todo el año se encarga personalmente de su cuidado y alimentación, con la ayuda de sus hijos y de dos personas contratadas que colaboran en las épocas que hay que realizar la siembra que servirá para alimentar los animales. La finca, además, está integrada dentro del programa de custodia agraria impulsado por el GOB en el que se comprometen a llevar a cabo prácticas agrarias sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.

En paralelo a la actividad ganadera, decidieron alquilar una de las casas que se encuentran dentro de la explotación como vivienda rural. “Es una vivienda de cuatro habitaciones con una piscina, que nos alquilan en verano para venir a pasar las vacaciones y que sirve de ingreso adicional para el mantenimiento de todo el conjunto. Mi mujer y yo nos encargamos de tenerla a punto para las estancias veraniegas”, explica Bernat.

VISITAS AL TALAYOT. La tercera actividad económica del Talatí de Dalt es el yacimiento arqueológico de dos hectáreas que está dentro de los límites de la finca, y que de mayo a octubre, recibe un goteo constante de visitantes de todo el mundo. “Me di cuenta enseguida de que tenía un tesoro dentro de la finca y que podría ser una gran oportunidad. Creo que somos la única empresa privada que nos dedicamos a esta actividad cultural, cuando en Menorca son muchas las fincas que tienen en su interior monumentos talayóticos, pero no los abren al público”, comenta.

“Si en Toledo pagué por visitar el cuadro del Greco del Entierro del Conde de Orgaz, pensé que la gente también querría pagar por entrar a visitar un poblado prehistórico de 3.000 años de antigüedad que es una maravilla”, añade. Gracias a la ayuda del arqueólogo Joan de Nicolás, iniciaron la actividad y pusieron en marcha la visita. Cuando compraron la finca estaba muy abandonada, e incluso habían desaparecido elementos arqueológicos.

La singularidad de Talatí de Dalt permite acceder a cuevas naturales y visitar talaiots, taules y cámaras hipóstilas. La visita al poblado se ha convertido en uno de los atractivos culturales de Menorca que goza de una gran cantidad de monumentos prehistóricos y que ha iniciado una labor para que sus talaiots, sean declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco. En este sentido, Fernando Pons Miquel, que está acabando de estudiar Administración y Dirección de Empresas y se encarga de la atención al público, explica que la candidatura menorquina alimenta positivamente su apuesta por el turismo cultural, que puede venir a la isla más allá del sol y playa. A menudo reciben comentarios de visitantes que elogian el estado de conservación de Talatí de Dalt y del privilegio que supone que en Menorca se haya conservado este museo al aire libre. La familia Pons Miquel se encarga también de las tareas de jardinería y cuidado del entorno con la ayuda de otras personas que también contratan a tiempo parcial. “Nos ayuda Julia desde hace mucho tiempo y también nos ayuda en invierno el rebaño de corderos que se comen la hierba y mantienen el espacio a punto”, detalla Fernando. Su hermana Anna, que tiene 15 años y está estudiando, ayuda esporádicamente en el campo y también le gustaría poder integrarse algún día en el negocio.

El entusiasmo que transmiten tanto Bernat como sus hijos al frente de su empresa permite visualizar la buena marcha de las tres actividades, cuyo funcionamiento les permite rentabilizar la finca. Encima de la mesa tienen diversas ideas y proyectos, tanto para mejorar la experiencia de visita al yacimiento prehistórico, como del alojamiento rural y la explotación ganadera. “Se nos ocurren muchas cosas que poco a poco iremos incorporando para mejorar nuestra oferta. Para nosotros el turismo es una bendición y debemos saber corresponder con nuestro entorno. El campo de Menorca tiene mucho recorrido y no tenemos que pensar única y exclusivamente en hoteles rurales, sino que hay muchas otras actividades que se podrían poner en marcha. Nosotros generamos empleo y riqueza combinando una actividad ganadera, una actividad de turismo cultural y un alojamiento rural, pero existen otras muchas posibilidades a nuestro alcance”, concluye.