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Esta semana charlaba con mi amigo Santiago Martínez, experto en oratoria política y profesional, sobre los atributos que debe tener un líder político en la actualidad. Santiago -fruto de su experiencia- me hacía ver que los nuevos líderes ya comienzan a traer “de serie” altas dosis de oratoria y dialéctica, así como una gran capacidad de expresión en medios de comunicación. Estos son, en definitiva, los nuevos “líderes 2.0”.

Pero tras esta reflexión querría ir un poco más allá y me gustaría pensar en cómo podrían ser los líderes del futuro, y a los que podríamos llamar “líderes 3.0”. Algo que cada vez tengo más claro es que, en primer lugar, el político del futuro deberá ser una persona que se mueva como pez en el agua en las redes sociales, los actuales Facebook, Twitter, etc. y las que vengan en un futuro. Esto es algo que se podrá medir con herramientas como por ejemplo “Klout” (que mide la influencia de un determinado perfil en las redes sociales mediante una sencilla puntuación -de cero a cien- a partir de los seguidores, la conexión con estos). De este modo podremos analizar la popularidad de un determinado líder, si es realmente un “influencer” o solo lo cree...

Ser popular en las redes es una condición necesaria... pero no suficiente. El segundo requisito que deberá tener un líder político 3.0 no solo estará relacionado con su capacidad de acumular “me gustas” o “retuits” sino con ley 8/2007 (de financiación de los partidos políticos), es decir con su capacidad recaudatoria para sus propias campañas y las de su partido (siempre con transparencia y dentro de la ley, claro).

Si no queremos que los partidos se financien con obras públicas, o que el dinero les llegue de algún país caribeño, un aspirante, un candidato o un político que se presente a la reelección deberá tener una buena agenda de contactos y/o una alta capacidad de captación de recursos mediante microaportaciones.

Con este sencillo método -un “Klout” alto y un alto poder recaudatorio- será muy fácil hacer las listas para los responsables de los partidos, pues solo tendrán entrada líderes de alto potencial por su doble apoyo demostrado, tanto social y como económico, de una sociedad a la que luego pedirán el voto.