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En 2002, invitado por el Banco Interamericano de Desarrollo a Fortaleza (Brasil), presenté una ponencia en el Seminario de Desarrollo Turístico Sostenible, titulada “El caso de Baleares: de la insostenibilidad de su éxito turístico a la sostenibilidad de su desarrollo”. A Brasil, comprometida con una novedosa expansión turística, le recomendaba evitar los errores originales cometidos en Baleares como: falta de planificación territorial (lo mismo ocurrió en otros destinos españoles), excesiva dependencia de touroperadores (si bien fue muy positiva en el inicio) y excesiva rapidez del crecimiento (el ciclo ha tardado solo 50 años).


A nivel económico y no solo turístico, el concepto de “desarrollo” sostenible implica una mejora de la calidad del proceso económico sin causar necesariamente un aumento de consumo de recursos naturales o materias primas, que es el provocado por el “crecimiento”. En Balears en 2000 afloró esta preocupación por el récord histórico de afluencia turística, junto a una gran expansión de la capacidad alojativa, a pesar de que ya en 1998 se habían declarado moratorias urbanísticas para viviendas en zonas costeras. Sin embargo, la elaboración de planes territoriales insulares y la aprobación de la primera Ley General del Turismo (1999) era esperanza de una futura transición hacia un desarrollo más sostenible.


Actualmente en Balears aparece la recurrente discusión sobre el límite al desarrollo turístico, y por primera vez el concepto desarrollo está bien empleado (no hay un crecimiento notable de 2000 a 2015). Además de la crisis de 2008 a 2015, existían ya desde el inicio de milenio algunas limitaciones a la afluencia turística: por parte de la oferta con la paralización del crecimiento de la planta hotelera desde el inicio del milenio (los hoteleros invierten en modernización pero no en más camas); y por la falta de más capacidad de la gran puerta de entrada aérea (95% de llegadas por esta vía), a pesar de que en 2017 se han aumentado los slots aeroportuarios hasta el límite permitido para secuencias de movimientos de aviones. Otra explicación que es olvidada es que el aumento de llegadas está siendo neutralizado por una estancia del turista cada año menor. Así, hemos pasado de 10,4 días en 2000 a 8,4 en 2015 (baja un 19%) y dado que se registran totales de 11,2 millones de llegadas (incluyendo marítimas) y 14,0 millones respectivamente (aumenta 25%), resultan totales de 116,5 millones de estancias en 2000 frente a 118,1 en 2015 (solo aumenta 1,4%). Aun siendo débil el aumento interanual hasta 2015, la afluencia estacional en 2016-17 alcanza récords históricos.


La actual percepción de saturación turística se agrava por otros factores que han tenido gran expansión ya desde 2000: el auge de la movilidad del turista dentro de cada isla (exceso de coches de alquiler en verano en especial en la bahía de Palma) lo que facilita la confluencia de turismo y población residencial en los mismos espacios públicos naturales y urbanos, mientras que antes el turista efectuaba contados desplazamientos fuera de su zona de residencia separada de un núcleo urbano, y el auge de la aviación low cost que ha propiciado una mayor frecuencia de viajes por año a un destino tan accesible como Balears (lo que en parte explica el descenso del promedio de estancia en días por turista). Por otro lado, la fuerte expansión del crucerismo en nuestros puertos, en especial en Palma, contribuye a aumentar la percepción de saturación en los centros de nuestras urbes.