El agua de la Albufera es salobre, es decir dulce y salada. | Gemma Andreu

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Está considerado una de las joyas naturales de la isla y, sin duda, uno de los entornos de Menorca que más destaca por la singularidad y belleza de los paisajes y su riqueza natural. El Parque Natural de s'Albufera des Grau es en sí mismo un símbolo de la Reserva de la Biosfera que ocupa una extensión de cinco mil hectáreas, en la costa oriental de Menorca, cuya vocación de espacio protegido pretende conservar la fauna, la flora, las actividades tradicionales y el paisaje. El pasado 4 de mayo se cumplieron 22 años desde que el Parlament de les Illes Balears lo declarase Parque Natural junto con la Illa d'en Colom y el cabo de Favàritx. A sus funciones principales de conservación de los ecosistemas, de educación ambiental, de vigilancia y de información al visitante, se incluye implícitamente una función de atractivo turístico natural durante todo el año, un espacio para ser conocido y visitado que en 2016 recibió más de 200.000 personas.

ORÍGENES. El Parque Natural de s'Albufera des Grau fue declarado por el Decreto 50/1995 de 4 de mayo de 1995 después de años de movilizaciones sociales que pedían la protección de la zona. Unos años antes, en 1986, el Govern balear ya había anulado las posibilidades urbanísticas de la zona, que había sido amenazada por el desarrollo turístico de los años 70, con una declaración de toda la laguna de es Grau como Área Natural de Interés Especial.

Tras su nuevo estatus legal en 1995 como Parque Natural, quedó bajo la autoridad conjunta del propio Govern, el Consell Insular de Menorca y el Ajuntament de Maó, empezando a configurarse como un espacio único. Este enclave natural protegido incluía una gran diversidad de ambientes con mayor o menor grado de intervención humana, desde zonas húmedas, terrenos agrícolas y ganaderos, bosques, un litoral con acantilados así como playas, islotes y una zona marina. Todo un conjunto en el que quedaban bien representados diferentes elementos del patrimonio cultural de Menorca a través de su riqueza arqueológica de talayots, su riqueza etnológica con las paredes de piedra seca e incluso las casas de fincas rústicas, cases de lloc, que eran representativas de la arquitectura tradicional menorquina. “En 2003 se ampliaron los límites del parque hasta ocupar las cinco mil hectáreas tanto marinas como terrestres, declarándose cinco reservas naturales en el propio espacio”, explica su director desde el año 2007, Martí Escudero.

El funcionamiento del parque está adscrito actualmente a la Conselleria de Medi Ambient, Agricultura i Pesca, dependiendo orgánicamente de la Direcció General d'Espais Naturals i Biodiversitat y del Institut Balear de la Natura, el Ibanat. “Actualmente somos doce personas trabajando en el parque, desde educadoras ambientales, agentes de medio ambiente, trabajadores especializados en biodiversidad, informadores y técnicos”, explica el director. “A nivel de funcionamiento tenemos nueve áreas de trabajo que van desde tareas propias de conservación, la investigación o los programas educativos hasta la administración o desarrollo socioeconómico, entre otras”, detalla Martí Escudero.

“El presupuesto anual de funcionamiento para este año será de 354.125 euros, en cuyas partidas se incluyen los proyectos de mejora que hemos querido impulsar relacionados con tareas de investigación que competen al funcionamiento ecológico y fisicoquímico de la laguna y el medio marino, pero también desde el punto de vista de mejora energética, como la sustitución de la caldera de gasoil por una de biomasa” añade Escudero.

VISITAS. El fácil acceso al Parque natural de s'Albufera des Grau lo convierte en un lugar de peregrinaje habitual de menorquines y turistas. Pese a que el volumen de visitas que registran a través del centro de interpretación Rodríguez Femenías cifró en 18.322 personas durante 2016, desde el parque estiman que llegan a pasar 200.000 personas porque se trata de un espacio muy vasto y con muchos accesos.

“Los que recorren el Camí de Cavalls en sus tramos que transcurren por el parque, hasta los que se acercan a visitar Favàritx o las playas de s'Arenal des Grau, Tortuga o Presili, también forman parte de una visita dentro del parque que no podemos contabilizar y que nos aproxima a este volumen”, explica Martí Escudero. “Los que acuden al centro de información y buscan información complementaria sobre la vida del parque quedan registrados, como también pasa con los grupos escolares que durante todo el año recibimos o, por ejemplo, las visitas habituales del Imserso. “Cada año crecemos en número de visitantes, de los cuales el 75% vienen durante la primavera y el verano. Los británicos, seguidos por los alemanes y los italianos, son el público extranjero que más se acerca, aunque hemos detectado un incremento del público francés estos dos últimos años”, detalla Martí Escudero.

En el centro de recepción, una exposición vivencial da muestra del conjunto de los principales biotopos existentes en la Albufera. Las tres visitas que se organizan en verano van dirigidas a los visitantes que durante sus vacaciones quieren aproximarse más a la realidad y la naturaleza de Menorca y conocer la idiosincrasia del único parque natural de la isla. Durante el invierno se organizan visitas y diariamente el centro recibe a los grupos escolares, que el año pasado sumaron 2.720 alumnos. Existen tres itinerarios que están trazados para mayor comodidad de los visitantes de la Albufera e incluso uno por vía marítima en kayak: el itinerario de Santa Madrona, el de Llimpa y el de sa Gola. Este último es el que se recurre en las visitas del verano porque es el que muestra mayor diversidad de aspectos y, también, el único que ofrece un poco de sombra. “En este itinerario se da a conocer el canal de conexión entre el mar y la Albufera, un punto clave que hay que vigilar continuamente ya que es por donde recibe el agua salada la Albufera y en el que mantener la salinidad controlada es uno de los aspectos principales de la gestión continua que se lleva a cabo”, comenta el director.

El agua de la Albufera es salobre, es decir dulce y salada, porque la dulce llega desde los torrentes y la lluvia, aunque muchas de las fuentes que proporcionaban agua dulce en la Albufera se han secado, por lo que el tema del agua es una de las prioridades. “Se regula tanto el nivel como la salinidad, abriendo y cerrando unas compuertas de madera, que ahora se están sustituyendo por acero para asegurar la no permeabilidad”, añade Escudero. La lámina de agua de la Albufera es de 70 hectáreas en verano y de 100 en invierno, cuando más agua tiene y llega en algunos lugares a los tres metros de profundidad. El itinerario cruza pinares que han ido sustituyendo las encinas y sabinas propias de la zona, pasando por zonas arenosas donde es fácil descubrir a menudo tortugas mediterráneas. Un espectáculo visual de primer orden.

MIRADORES. La Albufera des Grau ofrece al visitante un paisaje idílico del que se puede disfrutar con precaución ya que existen una red de miradores como el de sa Gola, desde los que se divisa gran parte de la albufera y se puede observar su fauna, especialmente las aves, tanto las que permanecen allí todo el año como las que emigran y están de paso. “Somos un espacio escogido para practicar turismo ornitológico ya que el parque destaca por la diversidad de aves”, concluye Escudero.