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El actual sistema de información sobre la razonabilidad de la contabilidad empresarial es obsoleto y los stakeholders (inversores, analistas, etc.) exigen la información no financiera fundamental para evaluar la creación de valor a medio plazo, así como los riesgos asociados debidamente cuantificados con impacto económico en los estados financieros.

Los grandes fondos institucionales exigen la información extra financiera ESG (Environmental, Social & Governance), es decir riesgos medioambientales, sociales y de gobernanza, ya que buscan ahora un rango más amplio de información en el que se analiza la manera en la que se ha obtenido la rentabilidad, la creación de valor a largo plazo, generar reputación corporativa entre sus clientes, la sostenibilidad social y medioambiental, y la gestión de riesgos, parámetros que marcarán el funcionamiento empresarial futuro.

También son un motivo de preocupación los activos en riesgo por varios factores, como pueden ser el cambio climático, la tecnología disruptiva o los cambios sociales, así como la gestión y control que tienen las empresas sobre estos riesgos.

Si nos referimos a los riesgos medioambientales, abarcan, en un amplio abanico, prácticamente todas las actividades humanas: agricultura y pesca (utilización y pesticidas y fertilizantes, salinización de suelos y acuíferos, vertido de residuos y fangos con metales pesados, etc.), industria y energía (obsolescencia activos, combustibles fósiles, industrias contaminantes...); sector financiero (deterioros de la cartera de préstamos, reclamaciones más frecuentes a las compañías de seguros...); turismo, sanidad, etc. etc.

La gestión de los riesgos medioambientales es una asignatura nueva que debe incorporar sistemas que contemplen las consideraciones legales, éticas y financieras que la empresa desee asumir con su compromiso con la responsabilidad social corporativa.

En la nueva economía, empresas y mercados financieros son más sensibles y nos sitúan en entornos más difusos y, por lo tanto, el gran reto que se plantea es convertir este desafío en una hoja de ruta integral que incluya no solamente datos contables de carácter histórico, sino información no financiera fundamental sobre los aspectos antes mencionados.

A medio y largo plazo solo sobrevivirán aquellas empresas que hayan gestionado mejor sus riesgos, independientemente de la obtención de mejores ratios en la cuenta de pérdidas y ganancias. Para ello es preciso reivindicar una información financiera y no financiera, transparente, fiable, objetiva y de calidad, es decir, integrada que incluya los riesgos ESG, buscando un nuevo modelo de reporting financiero más eficaz.

En esta labor los auditores y los comités de auditoría tienen un papel destacado, ya que su opinión profesional utilizando las nuevas técnicas de análisis, como el big data o el blockchain ayudarán a ampliar el gap de expectativas en una sociedad que exige evolucionar para crear valor a las empresas y en general a los mercados a los que pertenecen.