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El comienzo del año 2018 no ha supuesto un cambio en las bolsas norteamericanas, que continúan con las subidas que acumulan desde marzo de 2009. Durante este periodo el S&P ha subido un 305% y el tecnológico Nasdaq, un 540%.

Aunque una alta revalorización no es síntoma de caída inmediata, sí ha provocado que las valoraciones, especialmente frente a otras bolsas como las europeas o las emergentes, no sean tan atractivas (aunque los resultados empresariales siguen ofreciendo sorpresas positivas). Sin embargo, haciendo honor a la frase “la tendencia es tu amiga”, es poco óptimo no tener parte de la cartera en bolsa norteamericana, siempre pensando que la diversificación es clave para el éxito a largo plazo.

Incluso en caso de estar su bolsa en una burbuja (hay analistas que hablan de otra burbuja tecnológica), la liquidez (se puede vender en cualquier instante) y la diversificación protegerán al inversor, al contrario de lo que ocurre en otras burbujas donde el activo no es tan líquido como el mercado inmobiliario en 2007-2008 o lo que puede pasar con el bitcóin, donde algunas plataformas no dan servicio ante aumentos grandes de operativa.

Una ayuda que ofrece el mercado son los soportes donde la cotización de un activo puede encontrar su freno a las caídas. Actualmente, los más cercanos a medio-largo plazo para el S&P serían los 2.550 y los 2.300; mientras para el Nasdaq, los 6.180 y los 5.500.

Otro factor fundamental es la evolución del dólar: tras romper la resistencia de 1,15 dólares en julio del año pasado, el euro ya está intentando consolidar por encima de 1,20. Si lo consigue se confirmaría la debilidad de la moneda americana y, por tanto, sería una señal más para que los inversores que no hayan comenzado empiecen a cubrir el “riesgo divisa” en sus inversiones en bolsa americana, ya sea a través de fondos hedges o directamente vía Forex.