Para atenuar la presión humana y poner fin a este caos, desde el 14 de mayo de este año, el Consell Insular de Menorca ha decidido poner en marcha un acceso único mediante autobús público para ordenar el acceso a este paraje altamente protegido y, al mismo tiempo, fomentar el uso de transporte público. Por este motivo, solo se puede acceder a la playa utilizando este servicio, a no ser que uno prefiera realizar el trayecto a pie. Sucede lo mismo con el acceso al faro de Favàritx, situado en pleno parque de s'Albufera.
A principios de junio también ha puesto veto al acceso en vehículo privado durante temporada alta y solo se permite llegar hasta el faro en autobús. De momento es pronto para valorar si son soluciones provisionales o definitivas al problema, pero el balance que arroja suma un total de 2.000 personas en tres semanas desde que existe el enlace hasta Macarella. Como era de esperar, la prohibición ha generado enfado a aquellos turistas que, desconociendo la medida, llegan con su vehículo hasta el acceso y se les informa que no pueden pasar.
Tampoco han faltado duras críticas desde el Partido Popular de Ciutadella respecto a esta medida, ya que la ha tildado de imposición, además de considerar que se ha hecho sin planificación ni consenso, creando turismofobia. Si bien es cierto que en Menorca no se puede hablar realmente de masificación, todos los expertos coinciden en señalar que, en ciertos momentos del año, la presión humana supera el límite que pone en riesgo los principios de equilibrio y sostenibilidad que nos avalan como Reserva de la Biosfera, tal y como se han cansado de repetir desde el Observatorio Socioambiental del Menorca.
Queramos o no queramos, nos guste más o nos guste menos, Favàritx y Macarella han pasado a engrosar la lista de lugares protegidos por su alto valor natural donde está restringido el acceso como pasa en la Playa de las Catedrales de Galicia, los parques naturales de los Picos de Europa en Asturias o también en Zermatt, el pueblo suizo sin coches. Habrá que acostumbrarse.